miércoles, 12 de octubre de 2011

AYACUCHO MÍO


Necías E. Taquiri Y.

Los ayacuchanos necesitamos sentimos orgullosos de serlo y con legítima razón. Tenemos muy clara nuestra pertenencia a este territorio geográfico, estamos plenamente identificados con su cultura que se ha venido forjando a lo largo de tantísimos años, que se manifiesta en una forma de ser, una manera de hablar, en un conjunto de actitudes sociales, un tipo de comida. Y nos relacionamos íntimamente con todo aquello que simboliza la patria chica.

Lo que pareciera que no tenemos muy claro, es que este pueblo es nuestro y no –con el perdón de los residentes- de los cusqueños, huancaínos, limeños o iqueños. Rara vez pensamos en que Ayacucho es mío. Ese sentimiento que obliga, no lo tenemos tan desarrollado, como sí lo tienen precisamente nuestros hermanos del Cusco o de Huancayo, con regionalismo grande.

Por eso pienso que en esta hora crítica de nuestro devenir histórico, es necesario, indispensable, que cada uno de nosotros reflexione sobre la responsabilidad que tenemos para con Ayacucho. La mía, no la nuestra, sino la responsabilidad y la obligación que yo, personalmente, tengo para con Ayacucho. Para con esta tierra que el sino me ha dado o que me ha permitido adoptar, y que es mía. Ayacucho me pertenece, a mí y a usted y cada uno de mis conciudadanos: es una consecuencia ineludible de la regionalidad implícita.

Por ello, yo, usted y cada uno de ese nosotros colectivo que constituimos los ayacuchanos, somos responsables del cuidado de Ayacucho y de su integridad. Responsables de su mejoramiento continuo. Responsables de su progreso y de su desarrollo. Mi obligación para con Ayacucho es la misma que puedo tener para con mi madre, para con mi esposa, para con mis hijos.

Hay que decirlo sin ambages y tomar conciencia de ello: Si Ayacucho es pobre, es por mi culpa. Si Ayacucho se desgarra en la violencia y la cultura de la muerte, es porque yo no he hecho nada al respecto. Si los bienes de este pueblo, que son mis bienes, se los roban los corruptos, es porque yo lo permito. Y si pienso que el gobierno no hace lo que debe, es porque yo no le exijo otra cosa, porque los gobernantes son mis empleados y tengo el derecho y la obligación de recordarles su condición y de exigirles que cumplan con su deber. Y, si más de la mitad de mis conciudadanos se debaten en la pobreza, en una abyecta miseria que les impide una vida digna, es también porque yo, o no hago nada, o hago muy poco por contribuir a darles una oportunidad de salir adelante. O permito que unos emergentes anclados en mi tierra, haciéndose pasar por ayacuchanistas están haciendo que no nos juntemos, están que nos dividen, nos hacen pelear, para cosechar en río revuelto, plata y más plata.

Cuantas veces participamos de reuniones de amigos o de compañeros de trabajo en las que desgastamos horas de horas para quejarnos por todo y de todo. Nos estamos convirtiendo en expertos en ver y analizar los problemas de Ayacucho por los forros y somos especialistas en decir lo que se debe hacer, pero no hacemos lo que decimos. Bueno, en realidad, decimos lo que deben hacer otros, porque lo que es yo…, para conmigo mismo, para mi empresa, para mi negocio, gritando todos los días que los otros hagan para los demás. Soy magnánimo en hablar, desde mi escritorio o desde mi gerencia, y excuso siempre mi egoísmo: “Yo no puedo, no tengo tiempo”, “ya les he dicho, pero no hacen caso”, “¿y uno qué puede hacer?

Ya basta. ¡Si yo continúo abandonando mi responsabilidad, voy a perder a Ayacucho, mi tierra!

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y siento que en Ayacucho se ha perdido la esperanza. Y tenemos hijos estudiando fuera de la tierra, a pesar de que tenemos aquí mismo una Universidad con todos los servicios, desde educación inicial hasta una Escuela de Posgrado con doctorado y todo. ¿Puede haber una muestra de desesperanza más grande que esta decisión? ¿Es justo que larguemos a nuestros hijos hacia Lima, para llorar por la tierra con lágrimas de plañidera por nuestro Ayacucho, mientras enviamos hasta los centavos que los ganamos en nuestra tierra? ¡Eso no es revolucionario, ni por casualidad!

Si yo pongo mi parte y usted la suya, este maravilloso pueblo saldrá adelante, renovado y pujante. Porque está lleno, pletórico de oportunidades. ¡Puedo!, ¡puedes!, ¡podemos! ¡Debemos! Sólo se necesita un acto de la voluntad y demostrar mi amor por esta tierra mía con obras y no con palabras, con manos que apoyan, con gente que se involucre, y no con actitudes destructivas impropias de los ayacuchanos, que destruyen todo sentimiento, toda intención, todo sueño de autoconstrucción. Así tendremos marca propia, industria propia, destino propio.

1 comentario:

Asociación Pro Fauna Silvestre - Ayacucho. dijo...

Interesante nota, pero como dices no con el perdón de los de afuera. Creo esta bien querer a tu tierra, pero ser regionalista no es más bueno que querer a tu tierra. Eso conlleva a que Ayacucho solo para los ayacuchanos, cosa que no comparto.
Si como profesional me voy para Ica, Cusco o Huancayo se me hace difícil ejercer mi profesión porque?, porque quieren que solo Iqueños, Cusqueños o Huancainos asuman o trabajen en sus instituciones, igual ocurre en Ayacucho, así no vale el regionalismo. Y que pasa con los que nos sentimos peruanos, que todo el Perú nos pertenece, o solo cuando juega la selección somos peruanos todos, y que hay de aquellos que nos sentimos terrícolas, y que nos importan un bledo el regionalismo, nacionalismo cuando lo que queremos es a nuestra tierra?. No creo en tu regionalismo y no te perdono por ello. Porque soy apurimeño de nacimiento, ayacuchano por papeles y terrícola por convicción.