Necías E. Taquiri Y.
Dejémonos de academicismos, de detalles o de reglas de oro, para entender el papel de la prensa en general, dado a que para eso hay tomos tras tomos de tratados, y están los códigos de ética periodística. Remitámonos al papel práctico de la prensa ayacuchana, que en tiempos coyunturales –como éstos- cobra relevancia social.
En épocas electorales, los periodistas somos ‘muy importantes’ y requeridos, como el anís en tiempos de empacho. Al finalizar cada año, también, para fines de ratificación o remoción de funcionarios, la opinión de la prensa ‘pesa’. Cuando las instituciones convocan concursos para la cobertura de direcciones, cada cierto tiempo. Durante los concursos para nombramiento o contrato de trabajadores. En la evaluación de gestiones o funciones de administración, etc., ¡el periodista, cuenta!
Como vivimos la era de la información, el uso mediático es obligatorio -como el diario enjuague de boca y dentadura-. Los candidatos recurren a la prensa para ‘convencer’ a los electores a que voten por ellos. Durante los concursos –en general-, sabiéndose que se presentarán muchos postulantes y que la competencia será exigente o mercantilizada, ‘confían’ en la prensa, lo mismo que confiarían en las defensorías más transparentes o las fiscalías de prevención y protección de los derechos humanos. Por lo tanto, allí donde surgen disconformidades, existen observaciones, denuncias, aclaraciones y demás procedimientos democráticos, está la prensa casi como el representante del respetable.
En consecuencia, ¿se puede, en los medios que dirigimos periodísticamente, privarles de ese derecho a los ciudadanos que deseen utilizarlos, responsable y puntualmente? ¿Deberíamos ocultar o cortar la información a que tiene derecho el pueblo, sobre los acontecimientos que se registran en sus instituciones públicas?
No, señores, ¡de ninguna manera! Y, justamente ahí está la labor sagrada de la prensa ayacuchana meridianamente responsable. Esto es, en no dejar pasar el menor resquicio de favoritismo, corrupción, deshonestidad o negociado, al que quisieran someter los que tienen la sartén por el mango, por el poder que tienen, o los conocidos ‘infiltrados’ que, cual aprendices de Montesinos, meten aguja para sacar barreta en provecho propio.
Si las denuncias tienen fundamento, sustento y peso ético o legal, todas nuestras páginas, todos nuestros micrófonos o nuestros espacios televisivos, ¡pónganse a disposición y uso de los lectores, oyentes o televidentes ayacuchanos! Además, no una vez, sino las veces que sean necesarias, con repeticiones, ampliaciones, debates o esclarecimientos consecuentes. Porque, estando de por medio la moralización de la cosa pública, el “uso mediático” puesto en ese sentido, en esa línea, es un deber de la prensa preservarla, ampliarla, desarrollarla. Ahí no tienen cabida las abstenciones. La complicidad, mucho menos.
Felizmente –desde nuestra modesta óptica-, la prensa ayacuchana está cumpliendo con esa función, con las excepciones del caso, obviamente. Se han dejado de lado los asuntos domésticos, privados o subsidiarios de doquier personaje, porque como ya lo dijimos en alguna otra oportunidad, no nos interesan en lo mínimo lo que hagan o dejen de hacer con su vida privada y en privado. La prensa pondera el comportamiento deontológico de los servidores del estado, como tema a cuidar cual si fuera la niña de nuestros ojos, y la preservación de los derechos humanos, ciudadanos, laborales, profesionales, como fundamento de primer orden. ¿Se aprende, no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario