lunes, 10 de octubre de 2011

¿A ESO LLAMAN LUCHAR CONTRA LA CORRUPCIÓN?


Necías E. Taquiri Y.

Dicen que si revocamos al alcalde, al presidente regional o al congresista de turno, a sus asesores, a la mitad de sus funcionarios de confianza, para reemplazarlos con otros hombres y otras mujeres que nosotros –los de afuera- iríamos sugiriendo o aprobando cuando la sugerencia salga ‘de por ahí’, con la idea peregrina de que con otros hombres o con otras mujeres, sentados ahí, en lugar de todos éstos, inmediatamente se acabaría la corrupción, por arte de birlibirloque.


Así es como están concibiendo -algunos analistas, seguidos de algunos colegas- la solución del problema; al afirmar, incluso hasta ‘categóricamente’, que la corrupción no es cuestión del sistema, o sea no es estructural, sino de individuos corruptos que se juntan con corruptos y fabrican corruptos.

Nosotros sostenemos que mientras este sistema siga podrido, sus leyes sigan siendo tramposas, mientras persista la distribución no equitativa de las riquezas del país, mientras haya dependencia del poder nacional al poder de las transnacionales, mientras haya explotación del pueblo por las clases que detentan el poder, etc., como adorno de ese mal, como herramienta necesaria del modelo, como elemento constitutivo de la cosa formal, seguirán existiendo también los individuos corruptos, unos tibios otros calientes, unos disimulados y otros cínicos, unos en grupo y otros a solas, porque la corrupción es hija predilecta del neoliberalismo, la niña de sus ojos, su capital preciado, la justificación de la competencia canibalizada.


Este modelo económico capitalista cuidado por los explotadores con voceros propios y ejecutores sinuosos a nivel mundial, con la colaboración legalista de muchos tontos útiles que no están en el poder mundial, pero indirectamente defienden al modelo, al decir por ejemplo que “hay que respetar las leyes”, actuar “con arreglo a normas”, porque “la ley es la ley, aunque no nos guste”, etc., quiere pues, se empeña pues, porque la corrupción no solo persista en todas las instancias del poder, sino que se meta inclusive en la sangre y en el alma de los pueblos, para mantenernos divididos, peleándonos supuestamente por actitudes santas, aunque sea porque hemos asumido cualquier carguillo de tercera categoría, para cosechar tras esa cortina de humo, a manos llenas y con beneficios por billones.


Y en verdad, las leyes que regulan el comportamiento de los hombres que vivimos en una determinada sociedad, escritas casi siempre por unos parlamentarios que primero aseguran sus panzas a expensas de nuestros tributos, y de nuestra comprensión de que sí pues hay que organizarnos para vivir en armonía, etc., ¿son justas?, ¿son democráticas?, ¿aseguran el bienestar de los representados?, ¿equilibran a los ricos y a los pobres, a los empresarios y a sus explotados trabajadores, a los de Lima con los de Ayacucho, a los católicos con los que no creen en Dios, a los que están relacionados con los influyentes y a los otros que ni saludos pueden intercambiar?


No pues, señores, así no es la cosa, y en las trampas de esta sociedad arreglada para que sigan existiendo corruptos, con el toma y el daca que a diario observamos en los poderes del estado, para proteger por ejemplo a los que corrompieron al país para llevarse millones o billones de nuestras arcas, sin que a presidente o ex presidente alguno le pase nada, y se paseen orondos por las calles, o dando cátedra en alguna universidad de su laya, este flagelo seguirá teniendo adeptos que emulen a esos carcamanes cogotudos que se llevaron nuestra riqueza nacional por camionadas a los paraísos fiscales, y terminando por los corruptos que venden sus votos, sus palabras o sus entuertos mentales, por una botella de cerveza o una publicidad pesetera.


Por eso, cuando decimos que en esta lucha de clases, el asunto es que destrocemos los explotadores, que no son pues una persona, ni diez, ni quinientos, sino toda una organización mafiosa, políticamente bien constituida, con filósofos, con psicólogos, con asociaciones de periodistas muy bien auspiciadas como la interamericana de radiodifusión, trabajando al unísono y multilateralmente para conservar este estado de cosas, etc., entonces ya no nos dirán corruptos (porque esa es una forma de quitarse del camino a quienes piensan o razonan distinto, y no aceptan este estado de cosas, porque eso pega y hace cuerpo en la gente común que está cansada de corrupción y está sensible a la manipulación de los medios); sino que, se desenmascaran, sacan sus garras protervas, botan veneno por la comisura de sus labios, hacen tripas corazón y endureciendo la piel de sus barrigas, aherrojando sus almas negras y, zas, ya nos acusarán de terroristas.


Los acomodaticios “comunicadores sociales”, que estuvieron dedicados a salvar sus pellejos, a amasar fortunas o levantar empresas (incluso utilizando mercenariamente la voz y la pluma de los hombres libres), mientras los verdaderos hijos del pueblo marchaban por las calles y carreteras del Perú, luchando contra el corrupto mayor, el cínico, el genocida, el hacedor de las leyes “supuestamente justas” a los que los hay que someterse.

Mientras muchos hijos del pueblo morían en ese empeño o se pudrían en las mazmorras de este ‘democrático’ país; estos oportunistas de moda, que entonces se habían empoderado de los medios, para luchar según ellos por la libertad, en los hechos ni se habían despeinado los cabellos en marcha alguna, no se habían reventado los callos en las movilizaciones, no habían enronquecido en la grita de los eslóganes, no habían tragado bombas lacrimógenas, etc., porque estaban atendiendo sus empresas particulares, para en tiempos relativamente mejores, logrados con nuestras luchas, con nuestros sacrificios, salir a decir que son ‘los únicos luchadores, dizque contra los corruptos’, uno por uno, contra el amigo, contra el colega, contra el maestro, contra el vecino, contra el periodista librepensador, y no contra el sistema corrupto, mucho menos tocarlos, porque la ley es la ley, que las normas, que las reglas, etc.


Aquí no funciona eso de “muerto el perro, muerta la rabia”; porque es sinuoso, fascista, ya utilizado por los generales del genocida: “si en medio de diez campesinos hay uno que es terrorista, entonces, hay que matarlos a todos”. O eso de eliminar a los niños hijos de los terroristas, porque son potenciales terroristas.


Yéndonos por las ramas no atacamos al árbol torcido. En términos de Makarenko para “el enemigo no es el hombre, sino el mal que anida su espíritu”. Salvemos al hombre, matemos el sistema. En ese orden, con ese norte, con los fines claros, para no terminar siendo esclavos de este sistema corrupto.

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