lunes, 26 de septiembre de 2011

"SI EL FÚTBOL MATA , QUE MUERA EL FÚTBOL"

Ha terminado el partido y la desazón es la figura de la tarde. IG y Cienciano han empatado a dos goles por bando. A como se dio el  partido y según la óptica de cada uno habrá que escoger entre el  "perdimos dos puntos"  o "por lo menos ganamos uno".

Luego , en la noche nos malogran el sábado . Universitario derrota al club del pueblo en el último minuto de juego.

Y se completó un fin de semana negro.No fue hasta el domingo en la tarde que tomamos conocimiento de la muerte del hincha aliancista WALTER OYARCE DOMINGUEZ. Entramos a Facebook y le decimos "wALter desde tu nombre ya eras aliancista....".  En la red se opina de todo , por ejemplo Aldo Miyashiro indica "Si el fútbol mata , que muera el fútbol". Pero no es el fútbol  el que mata Aldo , sino esa tira de desadaptados que se escudan tras una camiseta o una bandera, sembrando terror en cada partido.  

El fútbol está de duelo. Los verdaderos hinchas del "opio del pueblo" también.  El modo de actuar de nuestras autoridades y de la gente que está alrededor del deporte más popular del mundo , no nos da la certeza de que la de Oyarce sea la última muerte en un estadio. Según "La pelota no dobla"  en el fútbol argentino  hay 256 muertos : "1- Demby, Pedro H. (26 años), 2/11/1924, Uruguay-Argentina. Final sudamericano......... 256) Con la muerte de Ramón Aramayo (36), hincha de San Lorenzo, este domingo (20.03.2011) por edema pulmonar, la lista de fallecidos por episodios de violencia en canchas o sus adyacencias en el fútbol argentino llega a 256 personas".    


"La muerte me golpeó dos veces en 14 días, la primera me llevó a dar gracias por haber disfrutado una larga vida con mi padre y la segunda también me deja motivos de agradecimiento, por haber vivido intensamente con mi “Loquito”, 24 años de mucho amor, respeto y anécdotas que lo mantendrán vivo en la mente y de los muchos que lo quieren”.


“Sin duda fue un gran hombre en su corta vida, ello se demuestra con el profundo amor y respeto mostrado por sus amistades a quienes les debo mi eterno y profundo agradecimiento”. (Wálter Oyarce , padre)


El hincha


Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio.

Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.

Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.

Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música.

Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval.


Eduardo Galeano
El fútbol a sol y sombra (1995)

¡ARRIBA ALIANZA!

JUSTICIA PARA WÁLTER