Necías E. Taquiri Y.
Dice Sábato que “la búsqueda de una vida más humana debe empezar por la educación". Pero, resulta ser que en el Perú (por el irrisorio presupuesto que para el sector se ha destinado), la búsqueda de una vida más humana empieza por desatender a la educación. Este presupuesto, de acuerdo a las recomendaciones de la UNESCO y en concordancia al acuerdo firmado por todos los candidatos a la presidencia –incluido García Pérez- de aumentar cada año un 0,25 % del PBI, hasta llegar a 6 % en el año 2015, se ha estancado. Y pensar que Sábato le atribuía a la atención de la educación en un país la posibilidad de alcanzar una vida más humana.
Todos los años, cada vez que llega el 06 de julio, empezando por los decisores de la vida nacional y terminando en los padres de familia más agradecidos, expresamos nuestro saludo a todos los maestros, con el afán de destacar la faena diaria de los maestros, enfrentando desafíos y con total entrega a la educación de nuestros hijos.
Qué gracioso, por no decir otra cosa. Luego del Día del Maestro, les damos duro a los abnegados profesores, sea porque nuestros hijos no aprendieron sus lecciones o no aprendieron a vivir en democracia, haciéndoles el coro a los gobiernos de turno para quienes los causantes del fracaso educativo en el Perú son los profesores. Si supieran que la educación mundial ha fracasado, salvo en Cuba, Suiza o Finlandia, entenderían que los maestros no son los únicos culpables, sino también los gobiernos, los ministros, los padres de familia, yo, tú, el ¡culpables somos, en menor o mayor grado, del fracaso de la educación!
Las condiciones en que viven nuestros maestros, por su situación socioeconómica y por su acceso cada vez más ofensivo a la carrera docente, no son de homenaje sino de maltrato, de ninguneo, de odio a la cultura que representan ellos y se encuentran diseminados en el país. Por otro lado, la carencia de programas formativos permanentes para los docentes, el nombramiento de directores y subdirectores sin perfil de liderazgo, sin autoridad moral, irrespetuosos de las ideas de los demás, promueven hasta resentimientos y actitudes revanchistas en el gremio magisterial.
Los maestros peruanos no pueden seguir siendo tratados así, ni el sector educación convertido en el patio trasero de la administración nacional. El psiquiatra brasileño Augusto Cury, hablando sobre el problema de la educación regional decía: "los maestros que no viven en empatía con su gobierno, que no viven en libertad, que no trabajan en la humanización del conocimiento, obviamente de sus alumnos, yo no sé cómo pueden vivir en paz".
Volcado en depositar cantidades ingentes de información, perpetúa a personas enfermas para una sociedad que se ha convertido en un hospital psiquiátrico. ¿Con qué ganas podría dictar un curso sincero de educación cívica, por ejemplo? La solución no radica en la promulgación de leyes, sino, entre otras fórmulas, en prestigiar la figura del maestro-profesor, en su opinión, la más importante para un país, y en estrechar la relación entre padres e hijos. Los padres deben contar a sus hijos sus éxitos, pero también sus fracasos y frustraciones. ¿Cómo vamos a crear una educación más humana, si los maestros no son tratados con dignidad, hasta cuando concursan soñando con nombrarse?
Esto es lo que provoca no solamente el desarrollo acelerado de la ansiedad y la irritabilidad inmediata en el maestro, sino los conduce a la falta de respeto de las reglas, porque entonces hay que comprar esos grados, diplomados, libros, a cualquier costo. Entonces, mientras esta guerra de vivos siga siendo alimentada desde el Ministerio (que en lugar de anular el concurso, prosigue adelante no obstante estar plagado de vicios), los profesores seguirán siendo víctimas de la historia y no los protagonistas de la historia, como debería ser.
La sociedad peruana requiere de un maestro comprometido con la educación nacional, de un maestro que debe ser tratado dignamente por las autoridades y remunerado justamente por el Estado. Pero, así como vamos, ¿cuándo? ¿Hay remota esperanza de que esto pueda cambiar con los nuevos gobernantes? Pues, sí, queda la esperanza… y nada más que la esperanza.
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