jueves, 8 de septiembre de 2011

¿DE QUÉ SE OCUPA LA PRENSA AMARILLA?


Necías E. Taquiri Y.

Felizmente contamos en la Universidad con potenciales periodistas que, cada vez que tocamos temas de interés, vienen a coordinar, discutir, concordar, disentir, enseñar, aprender y desaprender, junto a nosotros. Por ello, cuando un grupo de estudiantes de Comunicación nos inquiere, nos explayamos, con la única, exclusiva y positiva finalidad de seguir aprendiendo, porque así es pues la vida, un eterno aprendizaje.

Entonces, empezando por reconocer que en Ayacucho también existe prensa lumpen (amarilla, amarillus prensises o yellow kid), es bueno saber qué es lo que escarban, ventilan, ‘denuncian’ o escandalizan; al servicio de quiénes trabajan, a qué precio, con qué fundamentos; pero, pues, con pruebas y no supuestas evidencias y mucho menos superficiales, suposiciones o chismes.

Los activistas que dirigen, redactan, hablan o protagonizan ese estilo de periodismo, ya no son simples escribidores como antaño, sino, ‘meritocráticos’ profesionales que habiendo aprendido psicosociales hasta en el extranjero, las experimentan con menos groserías, utilizando ‘pruebas’(así llaman a cualquier llamada telefónica –a lo mejor concertada- del ‘pueblo’, cualquier denuncia ante la policía, fiscalía o juzgado –que las puede redactar hasta un abogado desocupado-, algunas desatinadas declaraciones de algún funcionario, etc. Es decir, periodistas lumpen con posgrado, inclusive.

El trabajo de la prensa lumpen está dirigido a lectores, oyentes o televidentes morbosos que gozan, disfrutan de las cosas que les ocurre a algunos personajes, sea del pantalón para abajo o de la puerta al interior de cada hogar, porque para estos ‘periodistas’, la obra seria, el debate elevado, la política con mayúsculas, no son noticias, son puros chismes. Son vouyeristas camuflados de escribidores que encuentran correspondencia con los vouyeristas públicos, por mutuas necesidades.

A cuatro cosas reducen su actividad los de la prensa amarilla: el entretenimiento por encima de la veracidad, el escándalo por encima del pecado, comparaciones fáciles y generalizaciones mecánicas, la fría narración de los hechos antes que el análisis ético y la prudencia necesaria. Es decir, marketing. Sus casos rondan “el amor de fulano con la mucama”, antes que la función pública de ese fulano, repetido constantemente con algún añadido ¿Qué les interesa? ¡Cobertura sensacionalista! con título moralizador.

Si bien el comportamiento del hombre público deja de tener su lado privado, por obvias razones, la publicación de actos relativamente íntimos, así sea del Papa o del Congresista, la exageración, distorsión y la mentira utilizadas para ‘cautivar’ al público morboso, se eleva a los niveles más escandalosos del propio hecho denunciado, máxime cuando como conclusión lógica termina en la petición, la sugerencia, la exigencia perversa de que “hay que cambiarlo, hay que excluirlo, hay que botarlo, hay que encarcelarlo”. Los sectores populares son convencidos por esa genialidad, y tal vez participen del morbo, cuando creen que con el cambio propuesto de individuos se resuelvan problemas sociales.

Convertidos en “vedettes” (de la prensa) los lumpen tienen que traer ‘descubrimientos sensacionales’ cada día, así como en los talk shows, para asegurar el goce morboso de cierto público cautivo. En cambio, la prensa clásica enseñaba que los objetivos de la radio, verbigracia, era entretener, informar y educar. Mientras, estos lumpen imponen pseudos entretenimientos mediático, merced a la desgracia personal de cualquiera, con ensañamiento del que cometió errores, pidiendo que –además- los arrastren por las calles; mientras se matan de risa. Los periodistas amarillos nunca encuentran cosas positivas en los otros, y si los encuentran los minimizan, los convierten en negativas o las ignoran.

La difamación durante las 24 horas del día, es su herramienta. Y si el afectado quiere aclaración, no lo dejan o salen con que las tortas son mejores y eluden responsabilidades.



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