miércoles, 3 de agosto de 2011

LA FORMA EN QUE LO DICES

Necías E. Taquiri Y.


Durante el proceso de la enseñanza-aprendizaje como en el proceso de la información, importante es, no tanto lo que enseñes o aprendas o lo que informes, sino la forma en que enseñas o la forma en que informes. En este último caso, para ser más precisos, lo más importante es la forma en que lo cuentes, porque el periodista lo que anda haciendo es contar y contar hechos, hacerlas noticias, luego comentarlas, interpretarlas, analizarlas y, si puedes, ensayar cómo es que podrían ser mejor hechas las cosas, mejor dichas las ideas, mejor enfocadas las propuestas.

 
Así tenemos que, si un narrador de noticias tiene dotes de sargento, es posible que sus palabras suenen a órdenes que ‘se ejecutan sin dudas ni murmuraciones’, pero no a informaciones fáciles de digerir, por la forma en que lo dice el narrador, por su voz ojalá exquisita, por la claridad de sus palabras, por el exacto respeto a las normas de puntuación o por la ‘manera madre’ de decirles a sus hijos que los ama, ya que no es lo mismo, los ‘te quiero mucho’ en la voz de un padrastro cuadriculado por el egoísmo.

Algunos los dicen como si estuvieran en guerra de lectura, con palabras convertidas en metralletas, ¿quién los va a entender en las aulas o en la radio? Otros lo dicen, como si la trasmisión partiera desde los servicios higiénicos. O como en misa, aparentándose a los sermones. Y lo más detestable en cuando los que ‘los dicen’, quisieran mostrarse -hasta por los términos que utilizan-, que son los dueños de la verdad, y hay que acogerse a ellos, reproducirlos, so pena de ser desaprobados en la asignatura, allá en la escuela, o calificado de ‘malos’ en la tarea de la comunicación periodística.

Es la lucha constante entre la comunicación tradicional y la comunicación, sin reconocer intersecciones o puntos de equilibrios.

Y no podría ser de otra manera, también en estos asuntos, porque la forma en que lo digas, el tonito con resaltes, los giros hermosos o huachafos de tu pronunciación, las fuentes que cites, las exageraciones, los menosprecios, las admiraciones a los personajes plagiados, todo eso denota la calidad de educador o comunicador que eres. Y se nota.

En todo ello, al final de una clase, digamos, o al final de un noticiario, al terminar una mesa redonda y, en general, al concluir un acto comunicativo, las últimas palabras siempre se quedan como un eco en la conciencia del público usuario. Porque, para la introducción y la despedida, el comunicador escoge, consciente o inconscientemente, las palabras que quisiera las graben como las letras de una canción, o el periodista, con el peso de la realidad en el corazón.

La palabra es sobre todo oralidad, aunque la escritura sea un intento de reflejarla. Es el sonido de las palabras armadas en frases, oraciones, párrafos o ensayos, el signo de mayor humanización entre los hombres.

En consecuencia, hay que poner atención, énfasis y cuidado en la forma en que dices. Los comentarios que viertes, los añadidos, las indirectas, las evasiones, la ironía y demás complementos, vienen después. La forma en que lo dices, en cambio, tiene una fuerza grandísima y no se borra; pasan a parar en la memoria, hasta el momento necesario.

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