Necías E. Taquiri Y.
Desde que tenemos uso de razón y nos relacionamos con Máximo Cárdenas Sulca, a la postre fundador histórico del Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho, hemos luchado como pueblo por agua y luz, titulación de terrenos de las laderas, contra todos los gobiernos que, como si querer vivir humanamente fuera delito y a sus dirigentes había que negarles, perseguirles, enjuiciarlos y encarcelarlos estigmatizándolos como terroristas, levantistas, violentistas o disociadores.
Pero, las leyes de la sociedad, las necesidades vitales, los derechos fundamentales, tenían que exigirse, ejercerse e imponerse a punta de lucha, más lucha y mucha más lucha, como ocurrió poco a poco, mal que les pese a los pacifistas o conciliadores a ultranza de todos los tiempos, por la fuerza de la razón y por la fuerza inmarcesible del Frente de Defensa del Pueblo, que después de Cárdenas Sulca tuvo seguidores desprendidos, sacrificados y respetados como se merecen. En eso no podemos ser mezquinos, aunque en ocasiones puntuales hemos pensado de manera discrepante con algunos de sus dirigentes por desviaciones individualistas.
La prensa ha cumplido –decía don Máximo- con su labor fiscalizadora y “por eso es que lo distinguimos como hijo predilecto del pueblo”, replicó su señora esposa, cuando nos entregaron un diploma con motivo del aniversario de su fundación.
A tantos años de esos acontecimientos, en los que nos involucramos tanto en la prensa como en la acción, hoy sugerimos al máximo organismo de defensa resumido en la sigla FREDEPA, a que despliegue el mayor de los esfuerzos, que aglutine sapiencias de sus más ilustres integrantes (que somos todos), que analice a profundidad con la mente fría y no importa el corazón caliente, la necesidad de que la frustrada construcción del nuevo Hospital de Ayacucho en los mismos terrenos del ya vetusto local que ocupa actualmente, por las razones que casi todos conocemos, se viabilice en otro lugar, en mejores condiciones, con todas las características de un III-1, y en el tiempo más corto posible, con todo el dinero que se tiene de los 108 millones previstos para la obra anterior, y con gestiones paralelas para completar el dinero faltante en las más altas instancias del gobierno nacional.
Hoy nos han dicho que puede ser en los terrenos del sector agricultura ocupados por el INIA -que se desplazaría a otros lugares a seguir haciendo lo suyo–la investigación-, en un total aproximado de más de 50 mil metros cuadrados. Es decir, en más de cuatro veces el tamaño del área que ocupa el actual hospital. Nos dicen igualmente que el camino está allanado, faltando nada más que se haga el estudio definitivo, el visto bueno de la Municipalidad y otras formalidades que, si existe voluntad política, podrían habilitarse desde todas las instituciones que tienen que ver con la aspiración del pueblo ayacuchano.
Pero, entonces, surgen cuestionamientos de hecho y derecho, de los defensores de áreas verdes (que no existen actualmente) como garantía de salud para la población ayacuchana, los lamentos de las facultades académicas que ahí investigan y realizan prácticas pre profesionales, del ruido de los aviones que molestarían a los pacientes si se consuma la construcción y, un sinfín de razones que podemos enumerar, inventar y ventilar, si queremos oponernos a cualquier cosa, lo mismo que en cualquier otro asunto, ¡sin alcanzar propuestas técnicamente viables y políticamente convenientes, pero de cara a la real necesidad que tenemos los ayacuchanos de contar con un hospital moderno!
Considero que no podemos pasarnos la vida diciéndole no a todo lo que se quiere hacer en beneficio del pueblo ayacuchano. Sería asumir como correcta la filosofía de la gallina clueca que de tanto cacarear sobre las dificultades que traería un hospital en ese lugar, de decir que sin plan de crecimiento habitacional que le corresponde a perico, o que pobrecitos los investigadores “a donde se van a ir”, al final no se quiera el huevo y se prefiera el cacareo.
El FREDEPA podría dirigir una rápida deliberación sobre el particular y alcanzar su conclusión a los que tienen la plata, a los que quieren el hospital y a los que se han comprometido en entregarle la obra al pueblo ayacuchano, para que pueda curarse aquí mismo sin tener que viajar todavía a Huancayo, Ica, Arequipa o Lima. Los médicos que opinen con la mente fría, los abogados con fines de dar salidas legales, los arquitectos en lo suyo, la municipalidad, ¡cómo ayuda!, los periodistas, lo propio, etc., pero ¡ya! Lo otro, oponerse por oponerse, tergiversar los hechos con asuntos secundarios, apoyar a los que se oponen, responde a la otra filosofía que se resume en: “dime en qué estás pensando para hacerte fracasar”. Salvo error u omisión.
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