lunes, 29 de agosto de 2011

EL PERÚ ES RICO, LOS PERUANOS SOMOS POBRES

E. Taquiri Y.

Si tomamos al pie de la letra las declaraciones de los sucesivos presidentes de la república y, obviamente, las explicaciones de sus ministros de economía y finanzas, nuestra economía es suficiente, extraordinaria, triunfadora o la más saludable de por lo menos América Latina. Pero, si con esa misma posición rescatamos las declaraciones de la mayoría de los padres de familia, recogidas en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac (La mancha india), o la de los cusqueños hace poco, la de los puneños, la de los ancashinos (donde se explota oro por toneladas), llegamos a la conclusión contraria de que la economía de los peruanos es deprimente. ¿Cómo se entiende este fenómeno de dos aristas, donde según los gobernantes tenemos una economía saludable y según sus habitantes mayoritarios una economía enferma?

La respuesta más coherente, menos esquizofrénica, lógica, racional, elemental, propia de los alumnos de la educación básica de cualquier lugar, es que, poseyendo el Perú una economía saludable, al mismo tiempo tenemos gobernantes (Belaunde, García, Fujimori, Toledo y otra vez García), que la saquean cada cinco años, con la ventaja de que saqueada como está, vendida, rifada o regalada a las potencias y transnacionales, vuelve a recuperarse, se hace saludable y nuevamente se somete al saqueo, con la única condición de que los peruanos más pobres, provincianos sobre todo o los arrumados por millones en la capital, sigan siendo pobres, y sobrevivan en la economía ‘enferma’, la otra cara de la moneda.

Entonces, ensayando conclusiones, la economía peruana es rara, única, inusual, si nos comparamos con otros países del planeta; porque, por lo visto, sentido, explicado y concordado en este comentario, por un lado funciona maravillosamente –tanto que los otros países nos envidian, según el último mandatario aprista, incluidos los Estados Unidos de Norteamérica-, pero, al mismo tiempo, no funciona absolutamente –según muchos analistas- porque no puede explicarse cómo es que habiendo sido el Perú, siempre un país rico, no hemos podido desaparecer de las calles de nuestras ciudades esos miles de mendigos que nos avergüenzan mundialmente, cada vez que los turistas los fotografían y publican en revistas editadas internacionalmente.
Nuestra economía nacional es atípica, como hemos manifestado líneas arriba, porque escudriñándola científicamente “no es una economía libre”, como dice el modelo aplicado, aunque es muy abierta, tan abierta que cada quien hace lo que le dé la gana, burlando incluso reglas. Está prohibido el monopolio, pero los monopolios abundan, sin que el sistema les impida o pueda impedirles. Ah, no solo monopolios, sino oligopolios, contrabandos, la subvaloración de las mercancías y un total descontrol de los precios. ¿Tiene sentido aquí cualquier planificación, el presupuesto participativo, el control democrático y todo eso? ¡No, pero así está escrito! ¿Una maravilla, no? Ni chicha ni limonada, pero quita la sed y la vuelve a provocar.

Aparentemente, o en los documentos más serios de la institución nacional, se llama "economía peruana", pero todos detalles de su manejo, control y evaluación están determinados por, digamos, el Fondo Monetario Internacional. ¿Atípica, no? Nuestros gobernantes, hasta para aumentar plazas, construir vivienda, crear empleo o para cerrarlos, piden autorización con las cartas de intención. Es una economía donde el triunfo de nuestros empresarios se mide afuera, no aquí. Una economía donde, como los nuestros son malos, tienen que venir de afuera, de Brasil, de España, de Chile, a hacer lo que no podemos. ¿Nosotros mismos?, ¡nooo, qué va, somos inútiles y no hay que intentar nada! Los empresarios alaban la inversión, porque así aseguran, no el bienestar del pueblo, sino su comodidad personal en sus negocios. Es una economía combi, donde el que se embarque en él no quiere decir que deba informar al chofer a dónde va, dónde baja, porque cada quien hace lo que mejor les parece.

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