jueves, 25 de agosto de 2011

LA CABEZA O LAS MANOS


Necías E. Taquiri Y.

Cada vez que escuchamos: “este gobierno prioriza a los técnicos porque los otros profesionales no técnicos (sociólogos, periodistas, profesores, antropólogos, politólogos o filósofos) son poco importantes, o tienen importancias secundarias”, entendemos que las cosas ahí, están patas arriba, porque el germen de la descerebración toma cuerpo y, el cáncer terminal, amenaza con la muerte. Porque a quienes actúan así, les importa un pepino, ‘cómo se piense’, ‘para qué se piense’, ‘con qué perspectivas’, ‘con qué efectos sociales’, les importa “nada más que se construya, se siembre, se actúe, se inaugure edificios, carreteras, lozas, templos, mole, pisos, cementerios”, etc.

Una gestión así (en una institución que fuere, de un país, región o provincia), deviene en el ‘reino de la chacra’, donde la competencia es entre eficaces robots, sin que les importe ¡qué diablos hagan esos robots! Es una productividad de zombis, la alegría de las calaveras o de esclavos…, tal vez construyendo maravillosas carreteras que no les servirá a ellos, ni para que ‘trasladen piojos por camionadas’.

Una gestión de puros técnicos, no importa si esos técnicos son los más expertos e integran élites nacionales, sin un político lúcido que los dirija, oriente o guíe, termina mostrando un paisaje hermoso de seres humanos verdes, rojos, amarillos o negros, pero entre ellos, infiltrados, con hombres no honrados, rateros, tontos e inútiles, a los que no los necesitamos precisamente, en tiempos de urgentes pero pensadas decisiones.

Una gestión de puros prácticos, eficientes sí pero insensibles, sin el pastor o el guía esclarecido e inteligente, se convierte en bandada de búhos ciegos, sin horizonte claro, ya que para la obra institucional o la obra nacional grande o pequeña, le da sentido, gastar cada sol o levantar cada ladrillo, con arreglo a los propósitos sociales establecidos por el líder, cuya actitud dirigente debe ser expresión de su entendimiento de ciencia, humanismo, filosofía e ideología, para hacer concordar la teoría con la práctica. 

Es la cabeza quien dirige los movimientos de las manos o los pies, y no al revés. La ciencia orienta a la tecnología, que no es sino la aplicación práctica de los conocimientos científicos. La ciencia es la que razona cómo resolver los problemas humanos, por más complejos sean éstos. La técnica, la tiene que obedecer y seguir su orientación.

Entonces, el rechazo a los hombres con capacidades de pensar, de hacer política, de analizar, reflexionar, morigerar, etc., por el prurito o la tontería esa de que “los técnicos son los que resuelven los problemas, en cualquier gestión, más tarde o más temprano”, en el fondo, genera crisis, caos, muerte. Cuando se es líder, pero desideologizado, también se es indisciplinado, anarco, loco y desubicado, y luego poco visionario y, lo que es peor, individualista. Porque los problemas de la pobreza, del desarrollo, del medio ambiente, de la salud, de energía, etc., no dependen del voluntarismo, sino de una tarea política que hay que discutir políticamente, para que los técnicos ejecuten. Ese es el orden.

En tanto que, el que crea un clima de anti-intelectualismo durante su gestión institucional, está sembrando ignorancia, para el gozo de los opresores. Los técnicos no entienden eso, ni tienen la obligación, porque sus ideologías son amorfas, instintivas, cucharas, billeteras, ladrillos. El político es la cabeza. De los errores del mal andar, no hay que culparles a los pies.

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