martes, 6 de diciembre de 2011

PERROLANDIA O PERROMUNDO AYACUCHANO



Necías E. Taquiri Y

Habiéndome enterado que porque un gato acaba de contagiarse de gripe aviar, los coreanos están que zapatean hasta el techo, porque habría estado frecuentando patos; o en la India, donde llevaron a un perro al tribunal para que ‘responda’ por mordeduras y otros actos antisociales; y, hace poco, en un país islámico juzgaron a un asno por efectuar exhibiciones impúdicas y promocionarse ruidosa y ostensiblemente en medio de la feligresía; pregunto, ¿qué habrían hecho esos juzgadores si trasladáramos a sus tierras a todos los perros que en Ayacucho ladran, muerden, cagan y copulan ´impúdicamente’ en todas las puertas de las 33 y más iglesias?

Es más, ¿qué argumentos esgrimirían los defensores de los animales, que cuando hicimos campaña contra los perros callejeros, nos trataron de insensibles, no obstante haber dicho nosotros que sólo estábamos exigiendo que los cuiden en sus casas, que limpien sus excretas, que los bañen, los alimenten y no permitan que ensucien las calles?

A propósito, merced a nuestra campaña anunciaron empadronamientos o registro de perros, venta de collarines distintivos, luego captura de perros y ‘prisión’ en guarniciones especiales llamados caniles, multas y demás linduras que aplaudimos porque era lógico que así se actúe en una ciudad que se precie de tal. Pero, pasaron los días, semanas, meses y años (creo) y de los anuncios no se ha pasado a los hechos. Sigo viendo perros y más perros en las calles, sin collarines y en actos dignos de cien y un cometarios editoriales.

En otros países con otras culturas, los animales no sólo hacen noticia sino que son declarados hasta “impuros”, como los mamíferos ungulados y peces sin escamas, entre judíos y musulmanes, porque cuando el ayatolá Jomeini instauró el fundamentalismo islámico en Irán (1979), se consideró la prohibición de producir caviar del esturión beluga, atendiendo que este pez carecía de escamas y, por consiguiente, estaba proscripto. Los ictiólogos han tenido que trabajar duro para descubrir que las motas negras del esturión eran, en realidad, escamas microscópicas, con lo que el negocio quedó salvo.

El informe noticioso de animalia dice: “los occidentales nunca tuvimos animales impuros, pero sí repugnantes, que no son muchos, de todos modos; entre los más fieles están los perros, pero miren cómo nos muerden y cómo nos ensucian las puertas, el ambiente y nuestros organismos, porque sus cacas las tragamos convertidas microscópicamente en ‘aire’. ¿Quién no respira el aire ayacuchano?

 En la Edad Media se llevaron procesos contra perros, cerdos, caballos, vacas y toros que mataban personas, y por tal motivo se los juzgaba y resultaban invariablemente sentenciados a muerte. En una causa así, un juez de Falaise (Caen, Francia) condenó a una cerda mordedora a ser decapitada, cortársele una pata y luego colgarla, para escarmiento y advertencia, frente a otros cerdos reunidos al efecto. Algunos tribunales eclesiásticos solían excomulgar plagas de insectos, abejas agresivas y hasta a moscas insolentes. En el siglo presente, no pretendemos volver a esas costumbres, ¿pero no creen ustedes que la especie humana tiene que defenderse de alguna manera de esos perros que infestan la ciudad de Ayacucho? Hablando de otros ‘daños’, por ejemplo los impúdicos, ¿no les parece que basta ya ineptitudes y de empezar con una campaña de eliminación masiva de perros callejeros? Quienes no quieran ver muertas a sus guau-guau, que simplemente los contengan en sus casas o que se los lleven a la puna. No hay otro camino.

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