jueves, 29 de diciembre de 2011

¿CUÁNDO TIENE VALOR UN TRABAJO PERIODÍSTICO?



Necías E. Taquiri Y.

Un trabajo periodístico –digamos, un comentario, una opinión, un artículo, una noticia, inclusive, que es la materia prima, en este oficio- tiene valor significativo, cuando se colecciona (hasta empastarlo como libro); cuando sirve como material de estudio y análisis, en la academia o en reunión de expertos; cuando lo vuelven a leer una y otra vez, como para no olvidar un detalle del artículo, con fines de utilizarlo en alguna conversación posterior.

Un trabajo periodístico adquiere valor, cuando la toman en cuenta en la administración pública, sea para acogerse a las sugerencias en la ejecución de una acción u obra, porque una noticia dada con esa orientación tiene ese objetivo. Con esas formas, el trabajo periodístico es transformador, contribuyente, sugerente, creativo y persuasivo, positivamente.

El verdadero comentario editorial no sólo interpreta lo sucedido (malo, regular o bueno), sino prevé lo que puede pasar y sugiere lo que puede hacerse para evitar que acontezca lo que no debe o, para, ante el futuro, optar por una determinada línea de conducta. Un comentario incompleto y destructivo, adquiere un valor negativo, es nulo y disociador porque sí. Por tanto, al editorialista se le pide que diga lo que debe decir y que sepa decirlo de un modo serio y optimista. Hasta en el estilo, tiene que ser atinado de comienzo a fin, para agarrar al lector o al oyente, o que lo espere en la próxima edición.

Si un lector te dice: ‘yo no me pierdo ni uno solo de tus comentarios’, o un oyente: ‘te escucho todos los días’; entonces, puedes sentirte útil. Sigue en tu línea ideológica con tu libertad estilística, que también dice mucho de la validez de tu trabajo, en el tiempo y en el espacio social de tu existencia.

Por lo demás, tu trabajo periodístico debe ser captado, comprendido y asimilado sin demasiado esfuerzo por los lectores. Ellos piden claridad, sencillez, densidad, oportunidad. Felizmente, la forma del artículo editorial es libre, salvo la sujeción a los temas de interés general, y te permite pasar a ser el dueño y el señor de la forma, de la técnica, si eres bueno.

En cuanto a la significación del trabajo, al editorialista se le exige un conocimiento profundo del tema. Cuando se sabe lo que hay que saber, el comentario fluye con espontaneidad, holgura y rapidez. La expresión tiene que ser meditada y serena, y el juicio reposado y desapasionado. No hay límites para el comentario, porque todo es eminentemente formativo, donde el comentarista deviene en el catedrático del periódico, el escritor en función del bien común, y una ideología sinceramente sentida o consentida.
Comentar es (lo sabemos por experiencia) hacer más nuestras las cosas, imprimir nuestro sello. Es una valoración justa y oportuna. Fenomenológicamente hablando, el comentario es, en esencia: análisis y síntesis. Se plantea el tema, se le manipula (como el relojero manipula el reloj por componer), se le desmonta en piezas, se da el fallo o juicio crítico y se aporta la solución que se estima ponderada y oportuna. Análisis científico, por tanto, y síntesis filosófica, lo que hace el editorialista. ¿Sus cualidades?: Agudeza crítica, para distinguir lo pasajero de lo trascendente; firmeza y convicción de juicio, porque convencer es vencer con ideas; cultura, no simple erudición libresca (un hombre culto es un hombre cultivado); serenidad, ponderación de criterio; aplomo moral, sentido común; independencia de juicio y valentía, para exponer nuestras ideas; magisterio, es decir, dotes de maestro, para aclarar -explicar-; previsión, de lo que no ha sucedido, pero que pudiera suceder. Si así es tu trabajo, entonces, tiene validez.

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