lunes, 19 de diciembre de 2011

¿ME DAS PUBLICIDAD O…?



Necías E. Taquiri Y.



Una de las razones más importantes por las que algunas personas hacen radio, televisión o prensa, es la economía. Por eso, así como ocurre en cualquier otra ocupación o profesión, eso de hacer empresa por ‘vocación de servicio’, por el apostolado, por inclinación o inspiración comunicativa, no es cierto; ya no existe, en estos tiempos de individualismo exacerbado, de competencias llagadas, y de modernidad o posmodernidad aún no entendidas. Díganme, a ver, si habrá un solo ciudadano que cree, administre y brinde servicios educativos por puro amor a los niños, jóvenes o adultos.



Y quienes trabajan en los medios, no viven pues de sus remuneraciones, que en el caso ayacuchano y de otras provincias, fatalmente no existen. No hay sueldo, no hay seguro, no hay vacaciones, no hay estabilidad, no hay nada. El ‘empresario’ es el dueño de la creatividad, la capacidad y el don de convocatoria de ‘sus trabajadores’ y, obviamente, de toda la plusvalía y publicidad que la sociedad de consumo requiere.

Vean ustedes la televisión, fíjense los periódicos, escuchen la radio, y entenderán que hay tanta publicidad en cada espacio o tiempo de esos medios, que encontrar pulpa (novela, noticia, serie o entrevista) es más difícil que aguja en el pajar. Tras cada dos noticias (a veces torreja), quince textos de publicidad comercial; tras cada tanda televisiva, 20 spots publicitarios cansinos, repetitivos, persuasivos, comercialmente hablando. La publicidad es como la sangre que corre por nuestras venas, para que sigamos viviendo.

Prudencialmente, nada es posible sin la publicidad o sin los auspicios. En muchos casos presentadas con criterio y algún matiz educativo; pero, en la mayoría, vulgares, tendenciosas, sexualizadas u homosexualizadas. Si el medio es barato, esto es, si por veinte soles hace campaña, entonces los clientes se llenan en los medios y se comen los espacios. Además, si el medio tiene aceptación, sintonía asegurada, también se llena de publicidad. Si el medio no tiene calidad o llegada, y a lo mejor ni los familiares, obviamente no hay publicidad, aunque el publicista vaya ofreciéndose como “pan que no se vende”.

Ahí surgen problemas como los difundidos hace poco en algunos medios, con exagerado escándalo, cuando dizque la oficina de Comunicaciones de la Región, habían excluido de la distribución de publicidad a cierta prensa conocida como ‘los marca’. “Esto es marginación”, “sólo dan publicidad a sus amigos”, “nos lo niegan, porque somos independientes”, y “a los otros les atosiga de publicidad oficial, porque son ayayeros, son periodistas mercancía, son los que le lavan la cara en sus peores gestiones”, etc.

Lo de ‘marcas’ no me consta ni me interesa, porque es un término lumpen o mafioso que no va con nosotros, con nuestra cultura lingüística, pero eso de que porque es Estado y la plata del Estado es de todos nosotros, lo tengan que distribuir como casino entre los periodistas de Ayacucho, es una reverenda tontería. Primero, porque a casi los 400 periodistas le llegaría un nuevo sol o dos soles; y, segundo, porque no vale la pena que se dé un solo centavo al medio o al periodista que no tiene pegada, llegada, sintonía o ninguna credibilidad. ¿Para qué, si quien pone publicidad lo hace para llegar masivamente a determinada calidad y cantidad de usuarios?

Por lo demás, si uno tiene algo de dignidad, no va a estar yendo a suplicar publicidad, concertar determinada forma de periodismo a cambio y, menos, mucho menos, por dios, va uno a estar quejándose ante nadie, exigiendo que le den publicidad. Encima, amenazando o chantajeando que (de aquí en adelante) van a ser más ‘críticos’, más ‘independientes’, más ‘duros’. Y, si de pronto, le dijeran los decisores de la publicidad oficial “cállate, cholo, te doy toda la publicidad”, o, como comentan, “le regalan dos laptops”, ¿mandaría al diablo su independencia periodística?

La publicidad no está condicionada a nada: a ningún arreglo, a ningún silencio, a ningún comportamiento, a ninguna “marca”. La publicidad busca hacer conocer la existencia o prestación de un servicio y va sola allí donde hay calidad, al precio que le place al comunicador o el medio. El único reparo que debe poner cualquier comunicador o periodista auspiciado (porque con ese auspicio paga el alquiler de un medio, ya que el periodista auténticamente independiente no puede ser, al mismo tiempo, empresario de prensa -eso es como el aceite y el agua-), es el criterio de la moral o la ética. Así tenemos que, yo por ejemplo, jamás iría a suplicar publicidad a nadie, ni frontal ni soterradamente.

Durante diez años por ejemplo no tuvimos una sola publicidad de la Municipalidad y no por eso le declaramos enemigo a nadie, menos al alcalde; por cinco años, ni una publicidad del GRA, y no le entablamos guerra alguna aprovechando nuestra condición de periodistas. Tampoco le haríamos publicidad a una transnacional que asesina a mis coterráneos. Y no le podría pedir un favorcito publicitario a quien lo ataco a diario, con el cuentazo de que eso es diferente (tampoco, pues, así). Salvo fuera yo un híbrido periodista-empresario, o un híbrido empresario-periodista. Bicéfalo, acomodaticio, comodín. Como periodista lo ataco, y como empresario, le saco plata.

Ya se habrán dado cuenta: algunos periodistas-empresarios, más empresarios que periodistas, le hacen publicidad a la empresa declarada enemigo de la ecología nacional; le hacen la publicidad al ‘corrupto’, con una mano, y con la otra le piden ‘regalitos’. E, igual, pasarían textos publicitarios ofensivos contra su propia madre, posiblemente con el hipócrita añadido de: “fue un aviso pagado”. Algunos empresarios, especialmente los aprendices, los que no tuvieron niñez con pan, y han sufrido traumas, o acumularon algún dinerillo, explotando, succionando el trabajo ajeno, esos son los que no tienen alma, no tienen compasión, no son solidarios, y encima son envidiosos, porque no soportan la competencia limpia.

Esos son los resquemores de la publicidad que pocos conocen. Ignorancia, pues.









2 comentarios:

César A. Delgado Pizarro dijo...

El comentario bastante reflexivo y ciertamente, es mejor comprender cuál es nuestra vocación y sentir felicidad cuado nos realizamos; al saber que mis acciones son buenas para la humanidad de hecho, uno es feliz. Comparto este párrafo de Dalton (Brasil) "Un día recibí un telefonema de un amigo sacerdote, para contarme que un muchacho llamado Pepe, recién llegado a la parroquia y quien había participado en una reunión de la comunidad al cual pertenezco, le había buscado para contarle en secreto que había sido diagnosticado como portador del virus VIH y necesitaba atención. Y el sacerdote me “pro-voca”. Sí, este es el significado de la palabra que quiero poner de relieve PRO + VOCACIÓN, es decir, lo que llama a mi vocación. El sacerdote me provoca a ayudar a este muchacho buscando tratamiento en el hospital donde yo trabajaba..." En la comunicación, al parecer ocurre algo similar, la carrera exige de vocación, como la que tú tienes, una brazo.

Wilson L. Velazco Soto dijo...

"los que no tuvieron niñez con pan, y han sufrido traumas"...Señor Takiri cuantos de sus alumnos y demás ayacuchanos hemos crecido sin pan (hijos de campesinos), viendo a nuestros parientes degollados; en la actualidad somos profesionales honestos (hasta marginados por serlo) tratamos de criar a nuestros hijos con dignidad, con principio y demás valores, no puede ud. generalizar de esa manera. Creo yo que haber sufrido hambre y pobreza no te conduce a ser inmoral, antietico o corrupto. Seria de caballeros reconocer este error de definicion como docente universitario que es. Atte. Wilson L. Velazco Soto (un pobre con dignidad)