martes, 31 de enero de 2012

PREFIERO MIS LIBROS, AL INTERNET




Necías E. Taquiri Y.

Los libros han tomado formas virtuales con accesibilidad más o menos amplia para los que ingresaron al mundo del internet con frecuencia. Los hay de los que se pueden bajar en forma gratuita, otras que se pueden comprar en las bibliotecas más caras, utilizando los famosos CDs o los cada vez más memoriosos USBs de uno, dos, cuatro u ocho gigas, que facilitan su transporte como si se estuviera llevando una cajita de fósforos en el bolsillo. Pero, como los libros reales que los podemos ver, oler, tocar, sentir, mirar, guardar, forrar, marcar, ajar, romperlos, coser, empastar, perderlos, recuperarlos, rematarlos, donarlos o comprarlos a precios de ‘librería suelo’, aunque sea, que me perdonen los lectores virtuales del mundo, imposible!

Dirán ustedes –los más jóvenes, claro- que es “cuestión de edad”, como manifiestan también los amantes modernos en una canción, “es cuestión de piel”, para decir que los mayores ‘ya fuimos’. Pero, como profesor de generaciones que están aprendiendo muchas cosas, entre ellas leer, sé que no hay nada más hermoso, duradero, placentero, natural y vivencial, que aprender cualquier asunto de la vida, o la lectura, específicamente, con la intervención del mayor número de sentidos: La vista, el oído, el tacto, el olfato, etc. Eso que está presente en la lectura del libro real y no en lo virtual, aunque utilice formas y  colores también virtuales.

“Los libros, aparte de otros placeres de la vida, son herramientas que nos permiten ir aprendiendo, descubriendo y fomentando acciones positivas para mejorar nuestra vida y la de los demás; más aún, nos invitan a volar con nuestra imaginación por un mundo de fantasía sin límites (Blas Luje Peñafiel). A pesar de las innovaciones tecnológicas, de la televisión satelital, el Internet, etc., el libro sigue siendo el mimado de chicos y grandes. ¿Quién no ha tenido en sus manos libros fantásticos y coloridos, libros que han dejado huella en el tiempo y en los corazones? Libros que venían desde rincones remotos del planeta y que van saliendo del numen de nuestros vates y escritores, de pronto peruanos y aun ayacuchanos.

En estos momentos, verbigracia, en mi pequeña pero valiosa biblioteca real, tengo a la vista los maravillosos “Escritos juveniles”, “7 ensayos…” y “Temas de educación” de Mariátegui; otro de Ingenieros, “El hombre mediocre”; “Cosmos”, de Carl Sagan; “Cien años de soledad” de Gabo; “El capital” de Marx; “Desde Europa”, colección completa de Vallejo, en prosa y crónicas; “El código da Vinci” de Dan Brown; “Sabio Julio C. Tello” de Jaguande; “Safari americano” de Fernando Romero Pintado; “Madre” de Gorki; “El mundo indígena” de Editorial Los Autores; “Carta abierta a los psicólogos” de J. L. Merani; “Teoría de la moral” de Shiskhin; La Biblia; “Cultura y personalidad” de Ralph Linton; “Retablo” de Julián Pérez; “Alfareros del imperio Wari” de Ochatoma Paravicino; “Hablan los diablos” de Fernando Cabieses; “El valor de educar” de Fernando Savater; “Canto Grande y las dos colinas” de Carlos Infante; “Patas arriba” de Eduardo Galeano; “Sólitos e insólitos” de Baltazar Azpur; el Libro Jubilar de la UNSCH; “Romancero morochuco” de Víctor Tenorio, “Derecho procesal civil” de Raúl Palacios, “La Frontera” de Juan Alberto Osorio; etc., y caramba, estos libros y cien o doscientos más, viejos y nuevos; científicos o religiosos; literarios o periodísticos; infantiles o deportivos, rondándome en la salita querida, no los cambio ni por toda la biblioteca virtual del mundo, porque son míos. Los puedo tocar, hojear, leer y releer, empezando por la dedicatoria de algunos de sus autores.

Lo planteamos en estos términos, a propósito del Plan Lector emprendido por el Ministerio de Educación en escuelas y colegios, con la esperanza de que, ojalá con la ayuda de los maestros más humanistas –que todavía quedan- podamos arrancar a nuestros estudiantes, niños y jóvenes de ambos sexos, de las garras del vicio, el ocio, el superficialismo, la fatuidad, el engaño, la apariencia y la corrupción; porque si de distracciones y placeres están acaso carentes, tenemos la obligación de enseñarles que en los libros están los más inmensos, maravillosamente superiores y duraderos. Nunca es tarde para aprovechar la ocasión y que, como diría algún visitante, si aprendemos a leer nunca más seremos esclavos.

1 comentario:

angelo dijo...

A mi me encanta leer los libros físicos; sin embargo debo mencionar que los virtuales, a veces, no los puedo conseguir en físico; por eso, que recurró a ellos (los virtuales). Pero, depende de uno distraerse en internet, "hay valiosa y muy buena información" para el que realmente la aprovecha.