Necías E.
Taquiri Y.
Los
libros han tomado formas virtuales con accesibilidad más o menos amplia para
los que ingresaron al mundo del internet con frecuencia. Los hay de los que se
pueden bajar en forma gratuita, otras que se pueden comprar en las bibliotecas
más caras, utilizando los famosos CDs o los cada vez más memoriosos USBs de
uno, dos, cuatro u ocho gigas, que facilitan su transporte como si se estuviera
llevando una cajita de fósforos en el bolsillo. Pero, como los libros reales
que los podemos ver, oler, tocar, sentir, mirar, guardar, forrar, marcar, ajar,
romperlos, coser, empastar, perderlos, recuperarlos, rematarlos, donarlos o
comprarlos a precios de ‘librería suelo’, aunque sea, que me perdonen los
lectores virtuales del mundo, imposible!
Dirán
ustedes –los más jóvenes, claro- que es “cuestión de edad”, como manifiestan
también los amantes modernos en una canción, “es cuestión de piel”, para decir
que los mayores ‘ya fuimos’. Pero, como profesor de generaciones que están
aprendiendo muchas cosas, entre ellas leer, sé que no hay nada más hermoso,
duradero, placentero, natural y vivencial, que aprender cualquier asunto de la
vida, o la lectura, específicamente, con la intervención del mayor número de
sentidos: La vista, el oído, el tacto, el olfato, etc. Eso que está presente en
la lectura del libro real y no en lo virtual, aunque utilice formas y
colores también virtuales.
“Los
libros, aparte de otros placeres de la vida, son herramientas que nos permiten
ir aprendiendo, descubriendo y fomentando acciones positivas para mejorar
nuestra vida y la de los demás; más aún, nos invitan a volar con nuestra
imaginación por un mundo de fantasía sin límites (Blas Luje Peñafiel). A pesar
de las innovaciones tecnológicas, de la televisión satelital, el Internet,
etc., el libro sigue siendo el mimado de chicos y grandes. ¿Quién no ha tenido
en sus manos libros fantásticos y coloridos, libros que han dejado huella en el
tiempo y en los corazones? Libros que venían desde rincones remotos del planeta
y que van saliendo del numen de nuestros vates y escritores, de pronto peruanos
y aun ayacuchanos.
En estos
momentos, verbigracia, en mi pequeña pero valiosa biblioteca real, tengo a la
vista los maravillosos “Escritos juveniles”, “7 ensayos…” y “Temas de
educación” de Mariátegui; otro de Ingenieros, “El hombre mediocre”; “Cosmos”,
de Carl Sagan; “Cien años de soledad” de Gabo; “El capital” de Marx; “Desde
Europa”, colección completa de Vallejo, en prosa y crónicas; “El código da
Vinci” de Dan Brown; “Sabio Julio C. Tello” de Jaguande; “Safari americano” de
Fernando Romero Pintado; “Madre” de Gorki; “El mundo indígena” de Editorial Los
Autores; “Carta abierta a los psicólogos” de J. L. Merani; “Teoría de la moral”
de Shiskhin; La Biblia; “Cultura y personalidad” de Ralph Linton; “Retablo” de
Julián Pérez; “Alfareros del imperio Wari” de Ochatoma Paravicino; “Hablan los
diablos” de Fernando Cabieses; “El valor de educar” de Fernando Savater; “Canto
Grande y las dos colinas” de Carlos Infante; “Patas arriba” de Eduardo Galeano;
“Sólitos e insólitos” de Baltazar Azpur; el Libro Jubilar de la UNSCH;
“Romancero morochuco” de Víctor Tenorio, “Derecho procesal civil” de Raúl
Palacios, “La Frontera” de Juan Alberto Osorio; etc., y caramba, estos libros y
cien o doscientos más, viejos y nuevos; científicos o religiosos; literarios o
periodísticos; infantiles o deportivos, rondándome en la salita querida, no los
cambio ni por toda la biblioteca virtual del mundo, porque son míos. Los puedo
tocar, hojear, leer y releer, empezando por la dedicatoria de algunos de sus
autores.
Lo
planteamos en estos términos, a propósito del Plan Lector emprendido por el
Ministerio de Educación en escuelas y colegios, con la esperanza de que, ojalá
con la ayuda de los maestros más humanistas –que todavía quedan- podamos
arrancar a nuestros estudiantes, niños y jóvenes de ambos sexos, de las garras
del vicio, el ocio, el superficialismo, la fatuidad, el engaño, la apariencia y
la corrupción; porque si de distracciones y placeres están acaso carentes,
tenemos la obligación de enseñarles que en los libros están los más inmensos,
maravillosamente superiores y duraderos. Nunca es tarde para aprovechar la
ocasión y que, como diría algún visitante, si aprendemos a leer nunca más
seremos esclavos.
1 comentario:
A mi me encanta leer los libros físicos; sin embargo debo mencionar que los virtuales, a veces, no los puedo conseguir en físico; por eso, que recurró a ellos (los virtuales). Pero, depende de uno distraerse en internet, "hay valiosa y muy buena información" para el que realmente la aprovecha.
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