viernes, 6 de enero de 2012

PRENSA CHICHA, ‘PRIMERA’ EN PREFERENCIA

Necías E. Taquiri Y.

Una forma de periodismo que se impone mediáticamente en el Perú, y por supuesto en Ayacucho, es aquella que se conoce como prensa chicha. Porque, como la chicha de nuestros ancestros, tiene que haber fermentado para provocar alegrías y borracheras. En el caso del periodismo chicha, esa borrachera se  resume en ‘preferencias’, caramba, porque gusta, es popular, tiene sintonía y, en las encuestas o en la medición de sintonía, ocupan los ‘primeros’ lugares. 

La que despliega Magaly Medina, es un ejemplo. Fisgona, chismosa, metiche, destructora de hogares, gonfalonera de moldes, dejos y estilos faranduleros, experta en sensacionalismo y difusora de valores torcidos, es decir, una pésima especie, ¡pero miren, de gran preferencia en sectores de la clase media para abajo, con atisbos de estar metiéndose en los de arriba, inclusive.

La ‘prensa’ chicha (en radio), envenena nuestros desayunos y almuerzos con sus desaguisados y repetitivos insultos que van empacados en papel de regalo brillante, con adornitos de anti corrupción. Son un monumento a la disconformidad, una oda al pesimismo, un estropicio lingüístico y sensacionalista hasta nomás, porque cuando se prende de algo o de alguien, prosigue ‘sin jamás desfallecer’, aunque le demuestren que están cayendo en error o en generalizaciones irresponsables. Una, se desenvuelve con voces hasta infantilizadas, para ‘cautivar’, y la otra (faceta), no deja de mentarle a la madre a aquél que ose contradecirla, con cierta dosis misógina, inclusive.

En ambos casos, deberían de dedicarse a la línea temática de la Medina, porque les va bien y seguirían en la cúspide de la preferencia (ya que eso le gusta a la gente); pero, acaso porque no hay mucha farándula o porque el falso ego les despistó, hacen política, fungen de analistas e inclusive de abogados, cuando por ejemplo, de destruir a los rivales locales se trata (periodistas, autoridades o ciudadanos comunes). Se arriman a las instituciones y a los funcionarios de la capital, como si ellos representaran la perfección normativa, contaran con autoridad moral o que resumieran la santidad del Estado, olvidando que este aparato está para dos cosas: proteger los intereses de los que más tienen y evitar que los de abajo les incomode. ¡La ley!, gritan los hurracos, aunque ella perjudique a los pueblos.

La prensa chicha –fácilmente distinguible- resalta lo escandaloso, lo privado, lo negligente, lo indebido, los errores, con prioridad por sobre los otros acontecimientos del día.

 La subcultura masiva (y no pueblos), las prefiere. Pues, luego de una información de esa naturaleza (que más parecen descripciones de la pulga sobre el calzón de turno), rumoran, discuten, aplauden, ríen y hasta se proponen a participar en ‘el programa’, para seguir con el morbo.

Mientras tanto (con qué tiempo, pues; y con qué análisis), desconocen que la educación de sus hijos es para seguir formando este tipo de personas, debido a que en  la prensa están todas sus expectativas chismosas. Si se da una medición de sintonía, quién sino esos chicheros, van a ser considerados como los mejores del año.

En los ochentas se formalizaron los chicheros de la prensa en Lima. Con anuencia y auspicio económico de los propios gobernantes. ¿Por qué? Porque era preferible tener amontonados a los peruanos de todas partes en Lima haciendo chisme, concordando con los titulares sensacionalistas, para evitar que los jóvenes se enrolen en las huestes de la subversión. La chicha fermentada (en la prensa) los tenía tontos, desideologizados, danzantes, cantantes y ‘chupantes’ del morbo, como anillos hechos al dedo de todos los paisanos.

Aquí pasa lo mismo, solo que con 30 años de retraso. Como siempre o como ocurre por ejemplo con la educación. Estamos de moda, con aquello que en otras partes está desfasado. Prensa chicha, irresponsable, procaz, sensacionalista.             

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