domingo, 8 de enero de 2012

ALGUNOS SON COMO SUPERMAN




Necías E. Taquiri Y.

Como dice Andrés Gómez Vela, colega boliviano, “algunos periodistas son como Superman, seres intrascendentes fuera de los micrófonos, cámaras o páginas de los diarios, como lo es Clark Kent cuando no es Superman. Pero cuando se apoderan de los estudios de radio, sets de TV o tapas de periódicos se creen inmunes y todopoderosos como Clark Kent cuando es el Hombre de Acero. Se erigen en representantes sociales y hablan en nombre de la gente como si hubieran sido elegidos en las urnas. Se creen tan poderosos que ignoran las leyes que garantizan el derecho a la información de los ciudadanos, pero son tan serviles que defienden con despreciable obsecuencia a sus patrones de turno”.

La lectura del punzante comentario nos ha remecido, porque, sí pues, algunos periodistas, que en la vida social huamanguina no son nada (nada en sus barrios, nada en los distritos en que viven, nada en la institución en que trabajan, nada en ninguna parte), por esas cosas raras que la psicología humana no termina por estudiar, ni explicar, en el medio de comunicación de masas, por tener micrófonos a disposición, o las páginas de un periódico, o las cámaras de la televisión, se transforman ostensiblemente y creen que “lo saben todo”. Por tanto, ya en esas condiciones, en lugar de enseñar a los que no saben –que sería normal-, se ponen a insultar a sus semejantes, llenarles de adjetivos, describir sus debilidades y, encima, gozar de sus errores.

¡Cómo se ve que nunca han comprendido que el periodismo, además de la labor informativa que la profesión le ha encomendado, o de la opinión que le permite proponer alternativas a los problemas diversos, también tiene que cumplir una función pedagógica! Porque quien conoce un ápice de pedagogía, jamás podría burlarse o ensañarse con un alumno que se ha equivocado o cometido algún desliz.

Pero, como dice el propio colega, “menos mal que son pocos los “periodistas-Superman”, y están claramente identificados. Los más, son conscientes de que se deben a la comunidad. Éstos pueden conocer mucho, pero saben que no saben lo suficiente, y apelan a la contribución de los expertos, a la sabiduría del pueblo, y sirven de puente, de enlace, con el estilo personal que los caracteriza, en todo caso.

Por lo demás, es preocupante observar a determinados propietarios de medios que ignoran normas nacionales o internacionales que delimitan la libertad de expresión y el derecho a la información, así como los dueños de cuartitos pequeños construidos con fines de alquiler, ceden su uso a cualquiera con las únicas condiciones de pagar la mensualidad. Lo demás, esto es, lo que hagan en ese cuarto o cómo vivan dentro, les importa un rábano, y no puede ser.



Lo propio ocurre con ciertos medios de comunicación: si les abonan el alquiler (de la hora o del espacio) los alquilan a cualquiera. Entre ellos, a los periodistas-Superman. Luego, cada quien ‘hable lo que quiera’, ‘que insulte a quien fuere’, ‘que le dé duro al idioma’ o lo prostituya, no es responsabilidad suya. Lo que les importa es el alquiler.

¿Y el bienestar de la comunidad?, ¿y la programación del medio, que debe estar sujeta a horarios y calificaciones, al tipo de usuarios, a su formación y educación? ¡”Yo soy el dueño y hago lo que me da la gana!” Es decir, lo mismo que en las cantinas de Huamanga: con tal que paguen el precio de la cerveza, qué diablos les importa si quienes pagan son niños o menores. “Venta es venta”, ¿no? O, lo que ocurre en los lenocinios: no importa la edad de la prostituta ni la del cliente, lo que importan son los soles. O, lo que pasa en la Semana Santa: ‘con tal que se goce, aunque sea en el Parque Sucre’.

En todo está presente el poder del neoliberalismo (en los medios también), sin que ningún organismo logre defender a los ciudadanos de sus arrastres y barbaridades. Y según los pocos periodistas que nos oponemos al modelo: no hay libertad sin ley. “Así nomás es la democracia” (Ib).

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