martes, 3 de enero de 2012

EN DEFENSA DE LAS CIENCIAS HUMANAS



Necías E. Taquiri Y.



Antes de hablar de educación –gratuita, dicen que es; moderna, hasta añaden; inclusiva (ninkuraqmi)- lo interesante sería que se hablara de educación efectiva, de alto nivel, pues, que en definitiva nos quitará del pozo en que estamos enterrados.Ni todas las regalías del Camisea ni las del Canon Mineo podrán darnos eso que la educación da.

Pero eso no les importa a los gobernantes, lamentablemente asesorados por gente que no entiende de educación.Pero, no solo son culpables los gobernantes. También lo son, los que dicen que para salir de la pobreza, para hacer obras, para que no haya coimas, corrupción, para gastar bien el presupuesto, etc., hay que confiar en los ingenieros, en los economistas. “¿Qué tienen que hacer ahí los que no saben de ingeniería o de economía?”, se preguntan los sabios, para luego concluir que los llamados son los técnicos.

Yo sostengo todo lo contrario. Sostengo que, al frente de una universidad deben estar los profesionales de la educación, o sea, profesores, los únicos que hicieron carrera para educar, al margen de que sea doctor o no, con la única exigencia ame lo suyo y a su pueblo, y por supuesto posea la virtud de la honradez y la laboriosidad, consciencia definida. Así, desde la cúpula universitaria, que es una elite y no debe ser tampoco lugar de cualquiera, pensaría educativamente en cómo usar el poder y gastar presupuestos, para formar los ingenieros, economistas, contadores, psicólogos, abogados, etc., que la sociedad necesita.

Es decir, el modelo educativo que tanto se manosea, si estuviera a cargo de un profesor, cambiaría porque se concebiría a la misma institución como formadora de hombres, y no robots, expertos en mezclar cemento, vacunar vacas, curar dientes, armar expedientes, proyectar negocios, etc., que pasarían a un segundo lugar, sin dejar de ser importantes.

Este sistema, empero, los prefieren técnicos con doctorado, para disimular. Y los ya sentaditos en el sillón rectoral, dicen orondos: “yo no soy político, yo soy técnico”, como confesando sin vergüenza: “yo soy máquina, obrante y no pensante; yo no analizo, yo aplico, hago”, más o menos. Situación triste que todo profesional universitario debe descartar de plano para aceptar que el que dirige su vida ya es un político, y el que va a dirigir una universidad tiene que ser, eminentemente, un grandísimo político. O, empezar a aprender política, porque una institución de la talla intelectual, pensante, reflexiva y propositiva de una Universidad, no se gobierna con las manos, por muy férreas estén, sino con la cabeza.



¿Solo en la universidad son necesarios los educadores profesionales identificados con la causa de sus pueblos?, porque, a veces, así se piensa: “desde las escuelas, los colegios y los institutos, el profesor puede aspirar a ser algo hasta en la universidad; pero, en las instituciones municipales o regionales, qué tiene que hacer un profesor”. Yo les respondería con un argumento como el que refuto: “entonces, qué hacen los ingenieros, economistas, abogados, enfermeros u obstetras en las universidades o en las instituciones municipales o regionales”. Y sería un extremo.



Todos pueden estar en todas partes, con la racionalidad del caso y con la especialización básica, si tienen condiciones para servir al pueblo. No por la fuerza de los concursos amañados ni por el amiguismo del que posee poder de designación, sino por su vocación de servicio y no de servirse.



En consecuencia, reivindico, explico y exijo –si me lo permiten- que para mejorar la administración institucional y social, hay que ir incorporando, aunque sea poco a poco, a los profesionales de la educación, que son fáciles de escoger, para que vayan humanizando la cosa pública (la educación es un proceso humanizador, no lo olvidemos).



Un profesor en Defensoría del Pueblo, en el Comisionado de la Paz, en la Junta de Accionistas, en la administración de la universidad, en cualquier asesoría de municipalidades o gobiernos regionales, etc., al lado de los economistas, administradores, ingenieros, obstetras o, mejor si estuvieran orientándolos, dirigiéndolos, supervisándolos, etc., insuflando el lado humano en cada obra, en cada decisión, en cada proyecto, en cada licitación; porque, al profesor honrado que se ha pasado la vida formando niños o jóvenes por lustros (percibiendo un miserable haber de mil soles mensuales, hasta haberse ganado el mote de apóstol), no lo van a embaucar los corruptos, mismos corruptos como la dupla de residentes y supervisores.



Ah, debo precisar que cuando hablo del profesor necesario en todas las instituciones, en extensión estoy hablando de los profesionales de las ciencias humanas que están en la misma dirección de comportamiento, si se aferran profesionalmente a sus correspondientes e implícitos códigos de ética: sociólogos, antropólogos, comunicadores, psicólogos, politólogos, etc.

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