Gudelia Machaca Calle
Cuando se denuncian hechos de corrupción, no sólo
desde el periodismo, sino desde la sociedad civil, el propósito no es sólo
informativo, sino es una CUESTION DE DIGNIDAD, porque los hechos corruptos,
definitivamente, mellan la moral pública, y la reacción expontánea debe y tiene
que ser de rechazo a esa lacra que daña la moral. Nadie que se considere sano
moralmente hablando puede tolerar o convivir con la basura que significa la
corrupción, uno de los signos más abyectos de este sistema capitalista y su
modelo neoliberal. Si nos callamos frente a la corrupción o la toleramos,
habremos abdicado a algo consustancial que todo ser humano tiene: LA DIGNIDAD.
Dícese de la dignidad que ésta es sinónimo de grandeza, excelencia, una calidad
superior, por la que alguien goza de especial valor, consideración y estima;
por ello se concluye que de la dignidad de la persona, emanan la justicia, la
libertad, la vida, la igualdad, la seguridad y la solidaridad, que como dimensiones
básicas, se convierten en valores.
La historia pasada y reciente ha demostrado hasta la
saciedad que la prensa independiente es la que ha sacado a luz hechos de
corrupción que se producen en los diferentes niveles del aparato estatal,
gracias a un trabajo de investigación riguroso, responsable, pausado,
comprometido, porque la razón de ser de este tipo de periodismo es descubrir lo
oculto, aquello que las autoridades, funcionarios, etc. quieren mantener bajo
siete llaves. El periodista que está comprometido en investigar y descubrir lo
que otros quieren esconder respecto al manejo de los recursos del estado, es
decir del presupuesto y bienes que se les encarga para que administren, no están
pensando en qué obra va a inaugurar la autoridad, o qué anuncio va hacer en una
conferencia de prensa; todos esos anuncios le sirve como datos referenciales
para ir más allá de la simple información; y, como dicen los curtidos en el
periodismo de investigación: “la carnesita, el meollo del asunto”, porque allí
está la podredumbre que quieren esconder, y por donde fugan millones y millones
de soles que nos pertenecen a todos y que deben estar dirigidos al desarrollo
del pueblo y no engrosar pocas billeteras o cuentas bancarias particulares.
En este sistema no sólo adolecemos de crisis
económica, sino también de crisis de valores, donde quienes roban dinero del
erario nacional son elegidos y reelegidos como autoridades, o son vistos como personas
bonachonas que regalan dinero, o puestos de confianza a quienes no reúnen las
exigencias de probidad moral y profesional, sólo con el propósito de generarse
una red de protección en el poder judicial, ministerio público, en el
periodismo, y hasta en sindicatos y algunos organismos de base, en tanto que,
quienes se aferran a lo más sagrado que tiene la persona humana que es la DIGNIDAD
y denuncian actos de corrupción, muchas veces son atacadas de diversas formas
en la creencia que afectarán su sólida formación en valores y principios. Ese
modus operandi ya es conocido, ya han sido descubiertos y ya se sabe cómo
trabajan. Y no hablamos tampoco, de aquellos que denuncian y denuncian,
critican y critican hasta conseguir publicidad y se callan.
Algunas autoridades quisieran que más periodistas
engrosen las filas de la prensa servil, obsecuente a sus intereses para
sentirse como peces en el agua, y confunden publicidad estatal a cambio de
autocensura y blindaje. Cuan equivocados están, porque periodistas
independientes, críticos siempre existirán en la faz de la tierra y su trabajo
será la mejor pedagogía que hagan, como función social, en este sistema de
crisis de valores.
La corrupción se ha transnacionalizado; los estados mantienen negocios nada santos con empresas de esas
características y lo mismo ocurre entre nosotros: en el gobierno regional y
local, la mayoría si no es todos los contratos y adquisiciones del estado están
manchados con el sello de la ilegalidad o irregularidad. En este contexto la
corrupción amenaza minar la reserva moral; los antivalores, ahora son valores,
pero para desgracia de quienes viven “felices” en este sistema, esa reserva
moral, donde se ubican los verdaderos revolucionarios, salvará a esta sociedad
y la alegría, la felicidad, libertad serán verdaderas y no ficticia, virtual
como es ahora.
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