Necías E.
Taquiri Y.
Parecerá
irónico que en un planeta dominado por el modelo capitalista, con sus cumbres
europeas, G-9, G-20, APEC y otras que toman denominaciones especiales, por el
tipo de concurrentes o por los lugares en que se desarrollan, para consolidarse
o para reacomodarse, se nos ocurra decir a nosotros, desde esta modesta columna
que “el capitalismo se defiende” de un fantasma que lo acosa. Pero, es la
realidad contundente la que nos demuestra que “el gigante” tambalea
efectivamente, siente que su corazón late más rápido que habitualmente, que sus
devaneos amenaza con derrumbarlo, que tiene cáncer, que va a morir, que está
desahuciado, etc., aunque por aquí, un solitario y enfervorizado presidente
estrellado, diga que es ‘una crisis de crecimiento’, que el modelo se
fortalecerá y el mundo seguirá siendo el que ‘ellos’ han construido habiendo
destruido, para ello, cualquier ilusión comunista.
Se cae el
modelo y el marxismo siente que ‘le toca’, afirmamos; añadiendo que la historia
le depara la dirección de los gobiernos nacionales o sus destinos, por el
triunfo del colectivismo ante el individualismo. De los intereses nacionales
por encima de los extranjeros, en cada país. Y que todo este cambio se dará en
no más unas cuantas décadas, treinta o cuarenta años, antes que nuestros nietos
se hagan adultos y vean con optimismo el bienestar de los suyos. Es decir,
históricamente, casi nada, muy prontito, ¡ya!
¿En qué
sustentamos este pronóstico? En hechos concretos como las recientemente
conocidas, sentidas y auxiliadas crisis financieras (crisis global) por los
mismísimos gobiernos neoliberales que anteriormente jamás habrían recurrido al
bolsillo del estado para apoyar a los empresarios privados en quiebra. Pero
también nos basamos en un hecho recientemente registrado en Frankfurt por
Gustavo Adolfo Aguilar: ahí se desarrolló una feria de libros y después de
haberse clausurado circuló un comunicado encabezado con la frase “Marx tenía
razón”. ¿Por qué? Pues, una edición especial del libro El Capital del filósofo
alemán, tuvo tal demanda intelectual que los últimos economistas y profesores
de economía de las más importantes universidades de Europa, tuvieron que irse
con las manos vacías, pero deseosos de adquirir un ejemplar.
Mencionar
los libros de Marx y Engels hasta antes de la crisis global en esos lares,
servía para ser satanizado como atrasado, desfasado, cavernícola –como ocurre
en el mundillo de ciertas facultades de economía de nuestro país- por los
epígonos del neoliberalismo. Después de la crisis financiera, la tortilla se
volteó. Alan lo lee (aunque sea al revés, por sus interpretaciones), los
gobernantes del mundo sacan entre líneas los mensajes que les pueden servir
para convencer el continuismo, y Bush, el padre de este modelo o su mentor
mendaz, utiliza nada menos que su propia estrategia para salvar el modelo.
Entonces,
los analistas del mundo capitalista no se molestan porque este cambio se haya
dado, confirmando ellos que no es una herejía, no es sectarismo o que es normal
usar el marxismo en el capitalismo. La tesis de que el mercado se regula por sí
mismo ha sido abandonada, la enseñanza de Milton Friedman sobre una economía
basada en el libre mercado y la especulación se envilece y pierde vigencia
(poco a poco y en perspectiva), y los grandes consorcios transnacionales que
manejan el gran capital piden auxilio al estado, reviviendo la tesis del viejo
Marx (planteada hace 150 años) de que “… el pauperismo (pobreza) es parte de la
condición de la producción capitalista y del desarrollo capitalista de la riqueza…
en la proporción que se produce la acumulación del capital, empeora la
situación del trabajador” y “que la razón última de toda verdadera crisis
reside siempre en la pobreza y en la limitación del consumo de las masas”.
Las
condiciones terribles que sufrían los niños, las mujeres y los hombres que
trabajaban en las fábricas, minas, tiendas y oficinas en el siglo XIX ha
cambiado en la forma durante el siglo XXI, más no en el fondo. Las condiciones
inhumanas en que trabajan los empleados, la persecución feroz por parte de los
gobiernos cuyos súbditos explotan mano de obra barata y sin protección social
son las mismas del siglo XIX. Los economistas del capitalismo decían que la
clase obrera no se habían empobrecido y que Marx estaba equivocado. Pero resulta
ser que todos los cónclaves internacionales, como el recientemente producido en
Lima, tratan como tema fundamental la pobreza, que crece cada vez más y que se
acelera con la crisis actual. Los despidos empezaron en EE. UU., y se dan por
miles.
La tesis
del marxismo no solo se mantiene vigente, sino explica en gran medida lo que
hoy ocurre en el sistema capitalista. La naturaleza explotadora y depredadora
del capitalismo persiste, la división de clases también, el capital se
globaliza para garantizar la explotación del capitalismo financiero, se han
mercantilizado todas las formas de producción material y espiritual (para eso
sirven los TLC), todas las formas de relación humana se han enajenado por el
consumismo ciego y desigual, y el crecimiento económico de países como el
nuestro (por la actividad minera, principalmente) beneficia a la clase
explotadora y empobrece a la mayoría.
Adolfo Sánchez Vásquez, filósofo,
escritor y profesor mexicano nacido en España dice: “ciertamente, puede
afirmarse sin exagerar, que ningún pensamiento filosófico, político y social ha
influido tanto a lo largo de la historia de la humanidad como el marxismo en la
conciencia y conducta de los hombres y de los pueblos”. Hay que leer sin
prejuicios a Carlos Marx. Más aún, hay que estudiarlo, ya que según las
noticias, sus antagonistas, los teóricos del neoliberalismo, lo están
haciendo.
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