lunes, 28 de mayo de 2012

¡CUANDO HUELE A CAFÉ Y NOTICIA!



Necías E. Taquiri

Sí, cuando lo que dijiste o escribiste huele a café y a noticia, esto es, cuando los intelectuales lo comentan, los analizan, o los teóricos de ‘la academia’ hasta maldicen tus errores ortográficos o tus horrores técnicos de estilo; o cuando otros felicitan tu valentía, este oficio del periodismo se torna interesante. Pero, todavía es mucho más espectacular, enterarte que tus artículos van coleccionándose uno a uno, sea para que los revisen una y otra vez, o los compartan luego con otros amigos, aunque sea tomando café, haciendo de analistas de informales ‘mesas cuadradas’, culturosos o bien informados ciudadanos.
Entonces recordamos a Camilo Taufic, para decirle (de autor a autor) “que este periódico, ya no sirve únicamente para envolver pescado o jabones en el mercado Playa Grau de la ciudad de Ayacucho. Y añadir que con un ejemplar en la mano, muchos amigos toman café –precisamente- comentando la noticia, comentando el comentario, para prolongar la noticia hasta el día siguiente, durante la semana o el año (si tiene peso y vigencia).
Del mismo modo, cuando los estudiantes de la Escuela de Formación Profesional de Ciencias de la Comunicación, en sus asignaturas –digamos- de Redacción, Estilo, Ética u otras, por iniciativa de sus docentes o por voluntad propia, utilizan nuestros trabajos como material didáctico, comparándolos con “El Comercio”, “Ojo”, “El País”, “El Mercurio”, etc., caramba, nos sentimos tan contentos como satisfechos, porque no estamos arando en el desierto y nuestra cosecha es compartida por estos muchachos que, después de todo, nos reemplazarán profesionalmente, no importando en ese sentido que ‘crucifiquen’ cada artículo, tras haberlo fichado con tres o cuatro resaltadores de diferente color.
Justamente, un colega-amigo de un Instituto Pedagógico, que había tenido la gentileza de seleccionar 300 comentarios editoriales referidos al tema educativo, tuvo la honradez de anunciarnos que los publicará constituidos en libro, naturalmente que mencionando nuestra autoría y solicitándonos –esa fue la razón de su inquietud por dialogar con nosotros- el prólogo del proyectado libro. Nos ha emocionado que no haya consumado lo que hubiera devenido en plagio vergonzoso y porque así nos ayudará a llegar con nuestras ideas principistas, pedagógicas y –en general- educativas, a más personas convertidas en lectores.
Un detalle particular es que, de los 300 trabajos seleccionados, ninguno puede ser calificado de sobón, de pro patronal, de pro empresa educativa, y que su importancia radica, en todo caso, en el estilo de crítica aprendido durante años de ejercicio periodístico, lo que supone consiguientemente, entre otras cosas: conocimiento o diagnóstico de la problemática educativa, un enfoque pedagógico científico del problema educativo, la propuesta regionalista que indique alternativas de solución a esos problemas y, finalmente, el compromiso a seguir trabajando en esa línea, hasta la autoevaluación y la evaluación externa por pares.
Ahora que hemos cumplido considerables años de existencia, y habiendo surgido la necesidad de ir avanzando, nos place saber que con el mismo interés nos leen en las oficinas de las instituciones del estado asentadas en Ayacucho y parte de la región, una veces con expectativa por simplemente saber ‘de qué estamos tratando hoy día’, en ocasiones con cierto temor “porque a ningún trabajador con dos dedos de frente le conviene ser tocado como corrupto, mediocre o ineficiente, nada menos que por el cuarto poder”, y en más de las veces, por los mensajes educativos, éticos y culturales de nuestros artículos.
Claro que en esta experiencia comunicativa satisfactoria, no faltan los problemas de rigor. A saber: errores ortográficos que ‘se nos va’, la excesiva amplitud o ampulosidad de los enfoques (a veces), cuando todo hace suponer que en materia de comunicación hay que ser claros pero concisos; redundancia o reiteración acaso cansina de ciertos temas, que impiden la cobertura de otros igualmente importantes para la sociedad, etc.
Empero, así y todo, “para no parecer lagartos”, como decía un viejo maestro del periodismo latinoamericano, ahorremos elogios a tanta gente que sin muchos cartones periodísticos pero con condiciones personales y profesionales de sobra, conocidos por la sociedad, hace que, 5 de cada 10 ayacuchanos que saben leer periódicos, nos tomen en consideración, incluso como referente regional en sus lugares de trabajo o estudio. 
NOTA: El colega a quien nos referimos en el comentario es ‘Veguita’, autor del libro Los abrileños, quien lamentablemente nos ha dejado muy tempraneramente. Que descanse en paz.

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