Necías E. Taquiri Y.
Están pegando el grito al cielo todos los fujimoristas, apristas y derechistas que en el Perú detentaron el poder por más de cien años y se repartieron los cargos entre ellos, posponiendo a los otros peruanos que acaso con méritos o por su vocación de servicio debieron haber asumido cargos para trabajar por el país. Eso que, durante este gobierno, como bien sabemos, viejos y conocidos militantes del aprismo y fujimorismo, se han quedado como funcionarios o fueron ascendidos a los más altos y estratégicos cargos. El ministro de Economía es un ejemplo.
Ahora último están maldiciendo a Nadine Heredia por supuestamente estar imponiendo al mandatario de la nación, la designación de su ginecóloga como Embajadora peruana en Francia (Cristina Velita) o de la testigo de su matrimonio (Rocío del Carmen Calderón) como miembro del Consejo Directivo del Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE). ¿Cómo es posible?, ¿Qué corrupción?, ¿Los amigos antes que los profesionales con mérito y con nuestra plata?, ¿Qué es esto, señor presidente, dónde ha quedado su promesa de no copar con su gente todas las instancias del poder?, dicen entre otros, los fujimoristas que no tienen el empacho de estar ganando dinero sin merecerlo, cuando deberían ser expatriados, o los apristas que se han apoderado del poder político y han nombrado a sus militantes como profesores de tercera categoría y se han quedado por siempre.
Por eso digo yo –sin ánimo de justificar que los gobernantes pertenezcan totalmente a las filas de los partidos ganadores-, ¿no están exagerando, compadres, al criticar a un gobernante que obviamente tiene que preferir –especialmente en los cargos de confianza- a quienes pertenecen a sus filas, los que se han fajado en la campaña y consecuentemente gozan de su confianza, por lo tanto, posiblemente con algún merecimiento han sido designados en tal o cual embajada o en algún organismo del estado?
Porque, con los partidos de derecha siempre fue así y nadie ha dicho nada o se han comido la lengua en mil oportunidades, y ahora que un movimiento relativamente progresista, popular y nacionalista, de yapa, hace lo propio, designa a los suyos, usando de su prerrogativa, ¿van a salir con la meritocracia?
¿Se imaginan ustedes –en un hipotético caso que no se dará pronto, pero sí más adelante, le duela a quien le duela-, a un Partido Comunista que haya tomado el poder (digamos el MOVADEF, para poner las cosas en su sitio), designando como ministro o embajador del Perú, a alguien que no sea comunista y haya luchado precisamente con el líder ganador? ¿Se imaginan ustedes, en ese caso, a un Kenyi o Keiko Fijimori, asumiendo una embajada o dirigiendo la OSCE?
¡No pues, señores, así no es! El asunto es que en medio de la lucha de clases (que algunos quisieran que ya no exista y de un plumazo se reconcilien las clases), la clase que asciende al poder, se trate de quién se trate, impone su autoridad o impone su dictadura a favor de su clase y en detrimento de la clase enemiga. Por lo tanto, las denominadas designaciones de confianza, por aunque sea la voluntad del partido de gobierno, serán para los suyos, los más próximos, los de confianza, precisamente.
Otra cosa diferente es que a la persona de confianza, que a lo mejor no posea condiciones, y que tenga un collar de antecedentes de ladrón, mentiroso u ocioso, contra lo que diga el partido o las masas, al jefe se le ocurra ‘favorecer’ sí o sí con un cargo que le quede demasiado grande. Pero, en casos puntuales, si el mandatario confía en quien es de su partido o es su amigo, y posee cualidades –como lo ha aclarado el mismo Humala-, nos parece más que correcto. Véase el caso de Cuba: Fidel ha designado como presidente a su hermano Raúl, no porque sea precisamente su hermano, sino porque sabe tanto como él, acerca de cómo gobernar ese país.
Por estos lares ocurre lo propio: designaron a Sulca en un cargo de confianza o a Córdova en el Comisionado de la Paz o a Roca en la Gobernación, y miren, nos parece coherente. Ahora, el que la asuman con calidad y competencia o no, ya depende de cada uno de ellos. Los cargos de confianza son para eso, para gozar del apoyo de las personas con calidad, especialmente si son de fiarse. Si no es así, hay que recurrir a otros. En el peor de los casos, suponiendo que ya no quede nadie, habrá que recurrir al técnico, que probadamente servirá, aunque políticamente no sea igual que el mandatario.
Dialéctica, señores, dialéctica, y por supuesto, el buen criterio, la inteligencia y razonabilidad. No hay que meter a todos en el mismo saco, ni pasarse de puritanos, cuando en este planeta, empezando por nosotros mismos, tenemos muchas cosas de qué corregirnos, previa autocrítica y humildad. Si actuamos como pandilleros (duros con la víctima, sin saber siquiera de quién se trate), estamos demostrando salvajismo. Lo hemos demostrado en ene ocasiones.
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