Gudelia Machaca Calle (*)
Hoy se cumplen las 72 horas de plazo concedido por el magisterio ayacuchano al Presidente del Gobierno Regional de Ayacucho para que atienda sus demandas, antes de ingresar a la huelga regional indefinida anunciada para el próximo lunes 14 de noviembre.
Por más blindaje que pretendieron o pretenden prodigarle sus incondicionales al mandatario regional al servirle de bomberos y tratar de esquivar la solución al reclamo de los docentes al Consejo Regional y por ende a las calendas griegas, el mandatario regional no tiene otra salida que allanarse a los justos reclamos de los docentes. No como un chantaje, sino como un derecho que les asiste; no hacerlo, sería el único responsable de que los estudiantes se perjudiquen con la pérdida de sus clases.
Y sus reclamos están enmarcados dentro de las leyes, pues se traducen en el reconocimiento de la bonificación por preparación de clases y evaluación sobre la remuneración total y no permanente, que significa alrededor de S/. 300.00 Nuevos Soles mensuales, a diferencia de S/. 16.00 en el mismo periodo que pretenden reconocerles. Y, en el caso de los procesos judiciales ya promovidos por los docentes, la Procuraduría Regional o la DREA se abstengan de apelar cuando los fallos favorecen a los docentes o en su caso, se allanen o transigan; además de la reorganización de las Ugels, los reparos contra la municipalización, la carrera pública magisterial, PELA, etc.
Las organizaciones sociales de base no son cuatro amigos ni cuatro gatos, como está acostumbrado a calificar el mandatario regional en claro desconocimiento de la historia ayacuchana y sus organizaciones sociales. Ya lo demostraron los docentes de la provincia de Huanta, y esta vez los profesores de la región de Ayacucho representados por el Sute Conare, lo están colocando al Presidente regional sin otra posibilidad que acceder a sus justos reclamos.
Lo mismo ocurre en el gobierno local; las desgracias de sus autoridades, se la quieren achacar a la prensa que investiga, a la prensa que crítica, que opina. Y los argumentos son idénticos, tal como si salieran del mismo libreto creado para los gobernantes y sus adláteres: los periodistas “criticones”, “chismosos”, “enemigos del desarrollo”, “amarillos”, amén de otros adjetivos, son los responsables para el descrédito de la Institución o de sus autoridades; siempre achacándoles al mensajero y no a sus desaciertos y su voracidad desmedida para aprovecharse de la administración pública.
Gracias a la prensa que investiga, que critica, que opina, no a esa otra, convenida, pusilánime frente al gobernante, o aquella, que critica y critica hasta conseguir algún rédito y se convierten en sus asiduos defensores, ni aquellos que le sirven de caja de resonancia o se convierten en sus escuderos, es que éstos - los gobernantes - no se llevan sobre ruedas nuestros recursos y bienes que administran temporalmente, y lo administran mal. ¡Cómo gustan! los gobernantes que los periodistas hablen de las musarañas, del desarrollo por desarrollo, de la paz por la paz, de la reconciliación por la reconciliación, del dialogo por el dialogo, sin que se apunte con claridad y con toda independencia política e ideológica su actuación contraria a los intereses del pueblo y de las causas justas.
Nada ha cambiado desde cuando Manuel Gonzales Prada, el referirse de los políticos y sus acompañantes decía cual beduinos “arruinan un país, aunque hablen como Cicerón y escriban como Tácito”. Tan desacreditados han sido y lo siguen siendo los políticos, los gobernantes y quienes se agazapan del poder, para que el mismo autor adelantándose a su tiempo decía, que “la lucha con los beduinos tiene que ser larga, difícil, sangrienta, no porque estén listos a derramar la propia sangre, sino porque darán trazas para que otros se dejen matar por ellos”.
El sistema está que se tambalea y está a la vuelta de la esquina, hablando en tiempo histórico, su réquiem.
(*) Escrito para el diarios regional "La Calle".
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