jueves, 3 de noviembre de 2011

LA PRENSA DE CALIDAD TIENE QUE IMPONERSE


Necías E. Taquiri Y.

Más que en un centro de información queremos convertirnos en un foro de debate ideológico de alto nivel, de tal forma que cuando ya no estemos, puedan nuestros seguidores –y los de enfrente también- tomarnos si bien no como referentes, que sería mucho pedir, pero por lo menos como prueba de existencia en Ayacucho, de un periodismo que no se ha pasado la vida entera insultando a sus enemigos personales, si no enfocando, analizando, criticando, escudriñando, asuntos culturales, políticos, educativos, económicos, sociales y deportivos más trascendentes de nuestra tierra.

Sin embargo, para alcanzar este objetivo, los periodistas necesitamos superar nuestras relaciones con los intelectuales que están cargadas de notable ambivalencia, especialmente porque ese carácter de pensadores, de analistas o de escudriñadores serios de la cosa nuestra, de muchos de nuestros colegas (tal vez la gran mayoría), no está a la altura de la época y mucho menos de las circunstancias. Entonces, mal que nos pese, porque tampoco somos sus padres y ellos no son la niña de nuestros ojos, avanzaremos solos con la esperanza de que en el camino nos alcancen, más tarde o más temprano.

Felizmente, para no sentirnos solos socialmente, al lado, adelante o dentro de nosotros mismos, alentándonos, apoyándonos, educándose y educándonos, tenemos al inequívoco y sabio pueblo, con cuya compañía tenemos asegurada la garantía del triunfo, al cabo de algún tiempo que ojalá no sea muy largo. Sus organizaciones de base, sus gremios laborales, los campesinos, las amas de casa, los estudiantes, los niños, sobre todo (nuestros carcachuños), siempre fueron la razón de nuestra inclinación hacia el periodismo y numen de nuestra continuidad por la senda invariable del periodismo independiente, comprometido sí con nuestra casta, nuestros albores, nuestra tierra, nuestros abuelos, nuestra Alma Máter.

Y como quiera que este trabajo es justamente intelectual, signo distintivo de los hombres en permanente hominización, es en ese terreno donde queremos entendernos con los que piensan antes de hablar o de obrar, para no convertirnos en caja de resonancia de los resentimientos o los fracasos individuales, porque de no seguir ese esquema de comportamientos, corremos el riesgo de desaprovechar la tribuna, la escuela abierta, el faro sin límites en que se han convertido los medios, y por ello hay que ganarle el tiempo al tiempo, ganar contenidos relevantes, para educar, informar, entretener, encauzar actitudes igualmente maduras, trascendentes y no meramente domésticas.

Es a la cabeza de nuestros usuarios a donde tenemos que dirigir nuestras acciones (cada palabra, cada escrito, cada imagen), ya que si lo hacemos hacia el hígado, lo que causaremos no es una revolución intelectual, sino una diarrea masiva de mediocridad, morbo, odio y bajas pasiones.

¿Y cómo logramos captar intelectuales de ese tipo, de entre nuestros miles de oyentes obreros, profesores, comerciantes, estudiantes, docentes universitarios y gremialistas que, a lo más, nos aplauden, pero no se comprometen con las ideas que sugerimos para mejorar la sociedad en que vivimos, no obstante el modelo neoliberal imperante? Difícil, pero no imposible. Difícil, porque hay que cernir fino para que no se anclen los aspirantes a caudillos, los oportunistas, los aprovechadores de las ideas ajenas, los infiltrados y todas las rémoras que aparecen con máscara de intelectuales  y no son sino ‘pseudos’, que se quedaron congelados en el medioevo mental.

Hay que recurrir a su participación en la prensa de calidad; pero también en el análisis empírico que nos  facilita la vida misma, en nuestras calles, los cabildos, las asambleas, porque nada está oculto bajo el sol y nuestro pasado es tan corto que cada uno sabe la vida del otro, y su pasado y su pensamiento, hasta con lujo de detalles. Ahora, si la adaptación de los intelectuales a los medios de comunicación de masas, o a los periodistas, es positiva, entonces, podemos ir ensanchando el mismo colectivo intelectual.

No faltará un día en que organizados debidamente, con un programa, con planes a mediano y largo plazo, quienes dirijan los colectivos mencionados, resulten de la selección natural que por los principios de causalidad y casualidad se forjarán cómo líderes con autenticidad, autoridad, ascendencia, confianza y capacidad. A eso apunta la prensa seria, antes de a estar insultando a los que van adelante.    

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