¿DÓNDE ESTACIONAR VEHÍCULOS? - Necías Taquiri

¿DÓNDE ESTACIONAR VEHÍCULOS?

Necías E. Taquiri

Esa debe ser la pregunta que se hacen los cientos de propietarios y conductores de vehículos motorizados que se trasladan al centro de la ciudad de Huamanga, sea para cumplir con sus labores en cualquiera de las instituciones ubicadas en el cercado, para tramitar derechos, para solicitar servicios, para lidiar en el poder judicial, para comprar medicina en las farmacias, para mover dinero en los bancos, cooperativas, cajas, etc., etc.

Y, ¿saben por qué? Pues, después de haber cerrado las calles de acceso al Parque Sucre, por Asamblea o 28 de Julio; tras haber anulado varias cuadras de las calles Lima, Arequipa, San Martín; y haber pintado de amarillo el resto de las calles indistinta y mecánicamente, con el argumento de que son zonas rígidas y, por lo tanto, nadie puede estacionarse ni un minuto, han emprendido una campaña raleada de sanciones a los infractores que, fabricados o masificados de ese modo, pasan a garantizar un negocio rentable, fácil, pero abusivo.

Dirán que ‘los estacionen lejos del casco urbano’, ‘que caminen, porque el ejercicio es bueno’, ‘que los que tienen carro, deben tener plata, por lo tanto que se movilicen usando taxis y mototaxis’, ‘que primero está la gente y no los carros’, y muchos otros argumentos que los escuchamos repetir a paporreta a los dos o los tres últimos alcaldes que pasaron por el cargo y jamás han podido ordenar el tráfico vehicular.

Aclaremos cosas, por orden de importancia establecido por la lógica que debe manejarse en una ciudad capital de departamento y sede regional, que además ha crecido muy considerablemente, con el parque automotor incluido.

La gente que vive en la ciudad de Huamanga, no es pues la que vive en una comunidad andina donde sobran espacios, faltan carros, la congestión es inexistente, la vida es apacible y uno puede ‘tirarse’ en la puerta de su casa, con animales, apero y todo, de cara al cielo, de barriga o pierna suelta, matándose de risa a mandíbula batiente.

En la ciudad moderna o en una que ha crecido como Huamanga, la vida hay que vivirla rápidamente. Para eso sirven los carros, porque se supone que sus propietarios tuvieron que haber hecho mil esfuerzos para haberlos comprado, con el consiguiente propósito de utilizarlos en su traslado cotidiano, como movilidad o como herramienta que ayuda a transportarse con mayor comodidad a los lugares donde compra, trabaja o tramita servicios. Porque el auto, hace mucho tiempo, dejó de ser un objeto de lujo u ostentación, y lo puede tener cualquiera sin necesidad de ser narcotraficante, alto funcionario ni corrupto, muchos menos.

Frente a esta realidad, las autoridades que rigen los destinos de las ciudades, tienen que dar alternativas inteligentes de solución, antes de tender trampas legalistas para cosechar multas. Es decir, tiene que pintar de blanco las veredas de algunas calles del centro de la ciudad –porque casi todas están ‘amarilladas’-, para se estacionen precisamente los vehículos utilizados por sus ciudadanos, con el añadido de garantizarles seguridad frente a los robacarros.

Lo otro, esto es, obligarlos a que los dejen a veinte cuadras, casi sin importarles qué les puedan ocurrir a estos vehículos, mientras sus propietarios trabajan, hacen compras, tramitan servicios o visitan locales diversos en el centro, no es correcto, porque así como tienen derecho a seguridad los propietarios de todos los negocios, incluidos bancos, cantinas, restaurantes, hoteles o instituciones diversas, de la misma manera, los propietarios de los vehículos tienen el derecho a que sus autoridades les garanticen seguridad. Máxime, si se tiene en cuenta que todos pagamos impuestos y no para la comodidad, tranquilidad de solo algunos.

Esperamos que las autoridades aludidas reaccionen y busquen alternativas efectivas para evitar expoliaciones económicas con del respeto a las normas de tránsito, mejor dicho, a las malas normas.