miércoles, 28 de marzo de 2012

¡CRITICAR NO ES FÁCIL!


NECIAS TAQUIRI YANQUI


Suele decirse que criticar es fácil. Que cualquiera critica. Que con la crítica no se construye ‘absolutamente’ nada, etc. ¡Falso de toda falsedad!, a menos que estemos confundiendo lo que es científicamente la crítica, con los comentarios libertinos o vulgares que se permiten algunas personas especialmente desinformadas, o personas que vieron la cosa criticada por el forro o por la apariencia. Eso es otra cosa, no es crítica. Eso podría llamarse ‘raje’, ‘chisme’, ‘prejuicio’, ‘insulto’, ‘infundio’, ‘injuria’, etc., pero no crítica.

Con esta introducción, afirmamos que la crítica auténtica no es fácil, sino, muy al contrario, una actitud difícil. Porque si criticar fuera fácil, cualquier gobernado criticaría a sus gobernantes cuando éstos se equivocan, y no lo hace por miedo o porque no está preparado para hacerlo; los hijos criticarían a sus padres, si éstos, lejos de enseñarles con el ejemplo, mas bien les dan malos ejemplos; los alumnos criticarían a sus profesores, si como se dicen ‘andan enseñándoles improvisadamente’ o los engañan temas que no tienen sentido ni les trasmiten provecho.

La realidad nos dice que la criticidad es patrimonio de pocos. De los que se identifican con los problemas de su entorno, que además los comprenden; de los que se atreven a hacer lo que otros no, y, en consecuencia, de los que saben más. Una de las deficiencias de la educación actual, merced a lo que informan los evaluadores de las capacidades estudiantiles, es su poca capacidad crítica, incluso sobre una obra literaria que acaban de leer. Memorizan personajes, escenarios, argumentos, desenlaces; pero, no muestran capacidad inferencial, esto es, habilidad para trascender la información explícita del texto descubriendo significaciones ocultas, formulando hipótesis, elaborando conjeturas; y, sobre todo, les falta capacidad crítica, o sea, aptitud para juzgar, evaluar, comparar, reaccionar y proponer ideas frente al contenido del texto a la luz de su experiencia, conocimientos, emociones o valores.

Los niños, adolescentes y jóvenes capaces de analizar las distintas alternativas de la realidad que viven, pueden y deben criticar, así como pueden y deben tomar decisiones meditadas, autónomas y responsables. Criticar es –lo repetimos otra vez y con todas sus letras- “juzgar, evaluar, comparar, reaccionar, proponer ideas” no sólo frente al contenido del texto a la luz de la experiencia, sino, frente a un sistema, un fenómeno, un hecho, una institución, una gestión o frente a la persona criticada, con fines –eso sí- de construcción, como explicamos alguna vez en comentario similar.

La crítica es parte de nuestra capacidad intelectual, y su ejercicio es fundamental para el desarrollo de las ideas y de la práctica social. Nos referimos a la crítica respaldada por el compromiso con la verdad en sus distintas manifestaciones y con la responsabilidad humana y social de participar de forma activa en los diversos ámbitos de la vida social.

No estamos hablando de la “cultura de polarización que sustenta, en gran medida, nuestro comportamiento ciudadano, que tergiversa el verdadero sentido de la crítica y la maltrata hasta convertirla en un instrumento destructor y consiguientemente obstaculizador de cualquier esfuerzo serio para construir una auténtica convivencia ciudadana en lo social, político, económico y cultural”, como dice el Dr. Juan B. Arríen (nicaragüense), porque eso está bien para los enemigos, mas no para los que estamos de un mismo lado, para los que compartimos una misma vida social, los que todos los días ‘nos acompañamos’ y, en última instancia, para los que somos compañeros.

La crítica es un proceso de permanente esfuerzo por entender y transformar los hechos, situaciones o fenómenos de la educación o de la vida. Un proceso que enseña a pensar y razonar, a incentivar el criterio sano, también enseña a juzgar, es decir, a criticar, a ver la realidad de forma distinta, a aportar puntos de vista propios y a contribuir a la mejoría y transformación de la vida social. Es propio de la pedagogía moderna formar sujetos conscientes, dueños y constructores de su propio aprendizaje, con un gran sentido de responsabilidad y crítica, incluso de uno mismo y de sus actitudes

En conclusión, la crítica es parte de nuestra vida, una realidad que por un lado nos puede sacudir y por otro nos alienta a luchar, aunque la temamos cuando apunte hacia nuestras vidas o intereses, y nos obligue a escudamos. Es difícil el uso correcto y honesto de la crítica, porque es difícil aliarse con la verdad y porque no siempre estamos formados para el buen uso de ella. No es fácil hacer una crítica así, por eso es que los charlatanes –que se dicen a sí mismos ‘críticos’ y con el látigo en una mano y con el hígado en la otra-, en lugar de criticar como es debido, sólo insultan. No quieren corregir al individuo criticado para que mejore, cambie, se rectifique o se cure, sino, buscan mancharlo, desprestigiarlo, encarcelarlo o matarlo. Porque no han aprendido a discernir entre la obligación de construir la verdad criticando, a destruir esa verdad insultando. Son cosas muy diferentes.

Y cuando estos criticastros se posesionan de un medio, y desde el medio masivo lanzan veneno, bala o muerte, en lugar de incentivar en la gente a que haga uso correcto y cotidiano de la crítica, la desmotivan, la inhiben, la proscriben. Hay que diferenciar al sapo de la rana, o el viento de las tempestades. Se parecen, pero no son lo mismo.

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