No quiero jamonearme con
tu amistad y tu aprecio; pero eres el segundo negro de mi lista de amigos que
se va sin despedirse, dejándome en este infierno sin posibilidad de saludar a
nadie por razones de salud y tengo pues la necesidad de decirte
algo aunque ya no me oigas; pero
al menos, lo leerás ¿no?
Para
conocerte y apreciar tu calidad de
gente, no era necesaria una larga estancia
de sesiones en escuelas de arte o
salas cinematográficas; a mí me bastaron dos
pero con la bendición de Baco,
nuestro dios, para bucear en tu alma
blanca que no sabía nada de odios y rencores.
La primera,
¿recuerdas? fue en el Bacará histórico y culto barcito del Jr. Lima, al
que entramos una tarde todavía con sol y salimos al apagarse el
lucero de la mañana: tú, tranquilo, más sereno que nunca a seguir peleándote
con las cintas; yo a mi casita en alas
de “Angelito” legendario taxi del “Tunqucchu”.
Habíamos aterrizado
allá, luego de haberte peleado todo el
día con kilómetros de película, tijera y cinta adhesiva en mano y alguna
pena que te atormentaba y tenías
urgencia de ahogar en humo, conversación, chela y , huaynos, a pocas puertas de
concluir la edición
de A NUEVE AÑOS, documental que los inmortalizara a ti y al
Rector UNSCH, Dr. Efraín Morote Best.
La segunda,
por si lo olvidaste, fue en Lima.
Un silbido de Jorge en tu
puerta y saliste. Surquillo, esa mañana, todavía somnoliento bostezaba.
No me reconociste de
inmediato. Jorge te puso en autos y tus largos
y fornidos brazos me regalaron un abrazo sincero como tu personalidad y
perdurable cmo tu recuerdo.
Con esa habilidad de
mezclar lo real con el producto de su imaginación, Jorge te contó que el día anterior luego de
su habitual trabajo de actor de la
calle, dueño de la Plaza San Martín, me había llevado al Centro Cultural Palermo
donde vi dictando cátedra a
Reynoso(Oswaldo). Escribiendo sus cuentos a Eleodoro (Vargas Vicuña) y
nos tomamos algunas chelas (ellos,yo, con bronquitis asmatiforme varios
tes de poeta( té con pisco) y que como vivía lejos, no conocía Lima y estaba
alojado en la peligrosa “Parada”
en un último y somnoliento
bus me llevó a su residencial Surquillo
para descansar en su chalet (antigua casona de adobe) durmiendo en
”chaide chaide”(periódicos tendidos en el suelo) y que, para tempranito ·curar” la cabeza, qué mejor que con el · “Negro” un cebiche
de su comadre en el mercado y un
par de chelitas una para cada uno, pato
que pagaste tú, Jorge había quemado hasta el último cartucho en el “Palermo”
Caballero, yo no tenía
nada que hacer, despedido por la UNSCH
buscaba una plaza para competir con el Loco” y me fui . Después
supe de ti y tus triunfos en el
cine sólo de oídas.
Cuando leí la nota
de Felipe López “Nos dejó “Kukuli” creí que se refería a la pintora, hija de
Alfonsina Barrionuevo, pero no imaginé que fueras tú, Negro de piel, pero como todo artista de pueblo; blanco de conciencia.
Te adeudo una reunión en la que debo ser yo quien pague
el pato.
Hasta entonces, Lucho Figueroa, descansa en
paz.
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