Necías E. Taquiri Y.
Delito
de lesa cultura fue haberlo ‘quemado’ (*). En público, con saña, a plena luz
del día y sin motivo alguno. No hay derecho, caracho. Lo digo públicamente
dolido en el alma, en esta tribuna del pueblo donde habitualmente hablamos
serenamente sobre asuntos delicadísimos, tanto regionales, nacionales e
internacionales, inclusive.
Nunca
antes como ahora, nos había conmovido tanto el que lo hayan ‘quemado’ como si
fuese un vulgar delincuente. Sus ejecutores (pobres diablos, de quienes nadie
sabe de dónde han venido, a qué se dedican), no tuvieron el mínimo reparo de
haberle echado en la cara, el cuello, sus axilas, sus cansados pies y el cuerpo
todo, el ‘combustible del desagradecimiento’, para que arda rápidamente y no
quede la menor posibilidad de sobrevivencia, aunque sea con quemaduras de
tercer grado.
Lo
han ‘quemado’ cuando estaba vivo, en la cúspide de su existencia. Se sentía
decente y sinceramente satisfecho, tras haber contribuido a que los pobres y
ricos de esta parte del planeta, tal vez hasta sin merecerlo, hayan cosechado
tal cantidad de alegría que normalmente nunca lograrían ni con todo el dinero
de Gates puesto en sus bolsillos para gastar como les dio la gana.
Lo
han ‘quemado’ olvidando que apenas días antes, qué días, ¡sólo horas antes!,
gracias a su bondadosa e ilimitada autorización, disfrutaban de la dulce y
reconfortante comida, de la espirituosa y salvadora bebida, del abrazo amigo y
del beso libidinoso, sin que por eso sientan vergüenza alguna o teman que los
juzguen los decisores de la justicia nacional o mundial, porque este buen
hombre, al que acaban de pagarle mal, tenía poder supranacional y el perdón por
costales para los pecadores, a fin de que lo usen como escudo frente a todas
las críticas, maledicencias, envidias u odios.
¿Por
qué tenían que haberlo ‘quemado’, por qué? ¿No han escuchado que no llevaba el
rostro de nadie, ni representaba a ninguno? ¿Por qué tenían que haber procedido
de esa manera, cuando ni siquiera se parecía a Alan García, Antonio Chang, Rey
Rey, Flórez Araos, Aldo M., Bush, Obama, Jirafales o Malena?, pregunto por
última vez, ¿por qué?
¡Insensatos,
equivocados, genocidas!, lo que han hecho ustedes no tiene nombre, o, mejor
dicho, sí tiene nombre: delito de lesa cultura. Porque han ‘quemado’ a quien
representaba al hombre y a la mujer de Huamanga señorial, del simbólico Wari,
del Chuschi emblemático, de la utilizada Uchuraccay, de la bella Huanta, del
paradisíaco Huancasancos, de la arguediana Sarhua o del querido
Misapa-siñalnin. Lo han hecho cuando ayer nomás declaraban a nuestros
carnavales como “Patrimonio cultural de la nación”. Han ‘quemado’ a quien
estuvo a punto de convertirse también en el señor de los hijos de Puno hechos
en Ayacucho. ¡Lesa cultura, pues!
Han ‘quemado’, en fin, a quien no
debieron. Si lo hubieran hecho con quienes ustedes creían a los que se parecía,
en plaza pública y para escarmiento de los otros, tal vez no hubiéramos
criticado tanto, y menos con palabras tan duras como éstas; pero, tratándose de
Él (lo escribo con mayúscula), no me queda sino ratificarme en que son ustedes
(pirómanos de febrero), unos malagradecidos, desventurados, irreverentes, borrachos,
zánganos. Sus hijitos, ‘pobechitos’, cuando nazcan de aquí a nueve meses, no
tendrán padrino, por culpa de ustedes, ni conocerán al mentor de sus llegadas.
Snif.
Han ‘quemado’, al respetable Señor de
los Carnavales, el Rey Momo, Q.E.P.D y QPV (que pronto vuelva), antes de que el
calentamiento global nos desaparezca orgullo y todo. * (En el sentido
semafórico de la palabra, porque en realidad ya no queman, sino guillotinan).
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