Necías E.
Taquiri Y.
No todas las costumbres son buenas,
como que tampoco todas pueden ser malas. Es cuestión de tiempos, lugares,
circunstancias y usanzas. Fíjense que en las sociedades nativas de
Alaska, los visitantes de las aldeas tienen que dormir la primera noche con
la mujer del anfitrión. Rechazar la invitación es una ofensa. En cambio, en
algunos países árabes mirar a los ojos de una mujer es un crimen. Los
romanos iban a cenar a casa de alguien y comían pollo, tiraban los huesos
hacia atrás para dar a entender que su anfitrión era bastante rico y podía disponer de siervos que limpiarán el lugar.
Los paradigmas son también modelos de
pensamiento que a veces cuestionamos y otras, no. Por ejemplo la religión
está convertida en paradigma, incluso de moralidad, sin que a científico
alguno se le ocurra explicar su falsedad. Le sucedió a Galileo Galilei, quien
explicó por primera vez que el sol era el centro del Sistema Solar y que la tierra
giraba alrededor de él. Lo mandaron preso y casi lo linchan, por haber dicho
la verdad, contra el paradigma religioso.
Felizmente los paradigmas no son
eternos, y siempre hay gente que los cambiará. Solo que, cada vez que se
cuestiona un paradigma, se paga un precio. Por eso, Marcel Proust decía: ”El
auténtico descubrimiento no consiste en encontrar nuevas tierras, sino en
verlas con otros ojos“. “No es necesario cambiar de ciudad o de país, las
oportunidades están ahí, basta verlas con otros ojos” remataba William
Feather. Y una canción juvenil lo sintetiza: “La forma de ver el problema es
el problema“. Ver con ojos viejos o con ojos jóvenes; depende del paradigma
con que miras, de la ideología con que interpretas.
El gran Thomas Kuhn sostiene: cuando
los paradigmas cambian, la realidad también cambia con ellos. Después de
estudiar los descubrimientos científicos de los últimos cuatrocientos años,
se encuentra que un dato que no cuadra con el paradigma en el que vive, puede
hacer dos cosas: ignorarlo o manipularlo en su forma de pensar.
Dicen que esto es lo que hacen
aquellos que emplean un enfoque estratégico, manipulan con otras intenciones,
caminan por otros rumbos, con pensamiento nuevo, para enfrentar los problemas
y cambiar perspectivas. Son los líderes que antes del TIC ya pensaban en
forma tridimensional. Giran el problema, consideran todos sus ángulos y
desarrollan múltiples alternativas de solución para un mismo evento. Dice
Peter Senge (“La quinta disciplina): “solo se puede entender un problema
observando el conjunto y no solo una de las partes”.
La dificultad reside en que para el
ser humano es más ‘seguro’ buscar dentro del viejo paradigma que dentro de
uno nuevo. Son los que no quieren salir del modelo, de las viejas creencias,
de las viejas costumbres, aunque tengan 15 años o hayan estudiado el
doctorado de Harward, y ganado el Premio Nóbel; son viejos carcamanes que no
quieren romper con el modelo caduco.
En la prosecución del ethos,
fundamentalmente gobiernista, hay una terquedad vieja que lucha con la
terquedad nueva que quiere romper el modelo, o morir en el empeño. Los
primeros, inflexibles que anulan la creatividad, a punta de mazazos, leyes,
prohibiciones y cárceles. Los otros, tercos también en lo suyo, luchan por
cambiar los paradigmas conservadores, neoliberales.
Por eso, si queremos cambiar de
verdad, el paso fundamental, para no caer en la denominada parálisis
paradigmática, es que vivamos cuestionándolo. Quien dice amén a todo, nunca
podrá cambiar. Y ojo que, los viejos paradigmas se mimetizan en los modernos
discursos de alcaldes, congresistas, gobernantes, hasta sin que se den cuenta
ellos mismos. Es que los paradigmas son imperceptibles, como el agua lo es
para los peces; solo perciben su importancia cuando los sacan.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario