jueves, 7 de junio de 2012

REFORMA UNIVERSITARIA Y REESTRUCTURACION DE LA UNSCH


REFLEXIONES SOBRE LA NECESIDAD DE UNA REFORMA UNIVERSITARIA Y REESTRUCTURACIÓN DE LA UNSCH

Severino Castillo Melgar

Ha llegado el momento de que los sancristobalinos, los miembros de los estamentos universitarios, la población ayacuchana en general, y sobre todo quienes hemos vivido intensamente la vida universitaria, tengamos que reflexionar y alcanzar algunas propuestas proactivas, acerca de la decisión de la autoridad universitaria de reestructurar la marcha académica y administrativa de nuestra Alma Mater.

Durante la Colonia y luego de su creación el año 1677, su funcionamiento se caracterizó por una educación elitista y clasista. Años después, se promovería un movimiento político-cultural que se inició en 1918 en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y que se extendió por toda América Latina. Este movimiento estudiantil se denominó REFORMA UNIVERSITARIA, conocida como el “grito” de Córdoba, que proponía una reforma de las estructuras, contenidos y fines de la universidad, se oponía fuertemente al clericalismo y la concepción medieval- colonial de la universidad. Los principios de Reforma Universitaria, contemplaban la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, el acceso por concurso, la libertad de cátedra, cátedra paralela, la gratuidad y acceso masivo, entre otros.   

Es así que a comienzos del siglo XX, los estudiantes universitarios comenzaron a crear  sus propias organizaciones. Aparecieron los centros de estudiantes y las federaciones universitarias. Estas organizaciones estudiantiles  adoptaron un esquema asociativo y de acción similar al de los sindicatos, recurriendo incluso en forma sistemática a las denominadas “huelgas estudiantiles”, similares al de nuestros tiempos. El Movimiento de Reforma Universitaria se había extendido por toda América Latina, convirtiéndose en un verdadero movimiento continental y mundial. Posteriormente, llegamos al siglo XXI con un panorama diversificado en la formación profesional y con el reto de incorporarse a otros fenómenos: la sociedad de la información y la globalización, frente a los cuales debe darse una respuesta y afrontar los retos del mundo actual, sin perder la esencia que constituye la institución universitaria.

Si bien la Reforma Universitaria cambió totalmente el perfil de la universidad, en los momentos actuales se impone una nueva  reforma que contemporice su misión y visión, en el marco de los principios y fines de la universidad y en  relación al contexto y escenario actuales del país y el continente. La situación económica y social es preocupante, por la desatención del Estado en la educación en su conjunto; ello explica las extremas dificultades del sistema educativo y de las universidades nacionales en particular. También es necesario formar a sus egresados al más alto nivel de calidad, desterrando la mediocridad y afianzando su formación valorativa y actitudinal. Sino hay preparación ética no garantiza nada a la sociedad. La universidad está obligada a hacer ciencia relevante para la región y el país.

 La universidad debe formar parte activa de los grandes proyectos de interés público. El gran desafío de una nueva reforma universitaria consiste en que autoridades, docentes, alumnos, egresados, y no docentes, asuman a plenitud la inserción de la universidad en la lucha por la equidad y la creación de sociedades plenamente inclusivas. Es la única manera de continuar la tarea universitaria en el presente siglo. Empero, esta lucha tiene que ser concertada, participativa y equitativa; además, tiene que formar parte de un proceso de sensibilización, de tal manera que todos estemos convencidos de la necesidad de cambio en nuestra universidad, deponiendo nuestros intereses.

La tarea vital de la universidad debe centrarse en la investigación, por ello en el marco de la reestructuración de nuestra universidad deberá contemplarse en la nueva estructura organizacional un vice rectorado de investigación, la reducción del número de facultades acorde a la afinidad de las escuelas de formación profesional tal como establece la ley 23733, su autoevaluación y acreditación, la optimización del ratio entre docentes y alumnos y una actitud más comprometida de docentes, administrativos y miembros de toda la comunidad universitaria; además se hace impostergable la inserción de la universidad en la sociedad y su compromiso en lo que corresponde a su responsabilidad social; es decir, se requiere una reestructuración integral, en lo académico y administrativo.

Han pasado muchos años desde su creación y reapertura y actualmente la educación sigue siendo clasista, pero con otro matiz, pues, las clases altas y adineradas que estudian en universidades privadas reciben mejor educación que las que se imparten en las universidades públicas, que lamentablemente no gozan de la prioridad del Estado. La universidad peruana en sus tres modalidades: pública, privada sin fines de lucro y privada con fines de lucro, coexisten reguladas por marcos normativos disímiles ( Ley 23733 para las primeras y Decreto Legislativo 882 para la tercera). Estas universidades tienen realidades diversas y por lo tanto diferentes respuestas a los graves problemas que la aquejan; sin embargo, todas ellas tienen un mismo marco constitucional.

El propósito de este comentario es el de analizar la situación actual de la UniversidadPública, que como toda institución nacional atraviesa desde algunas décadas por una crisis académica, financiera y de estabilidad. Todos aquellos ilusos que formamos parte del sistema universitario debemos estar convencidos que el problema no se resuelve sólo con el cambio de autoridades o modificando leyes, estatutos o reglamentos como algunos pretenden hacernos creer, tampoco el problema es sólo presupuestal; es necesario abordar con firmeza la mejora de la calidad de nuestra universidad. Es pertinente comprender que la universidad pública no satisface los requerimientos que la sociedad le plantea. Existe una errada concepción de la autonomía universitaria, debido a su enclaustramiento, desligada de la responsabilidad que le compete. Anhelamos una universidad autónoma pero comprometida con su sociedad.

Vivimos un ostracismo universitario, pues, pasamos de ser una universidad pública elitista a ser una universidad más democrática e inclusiva, pero a costa de bajar la calidad académica, como una característica de gobierno universitario. Esta forma de gobierno, así como la elección de sus autoridades se ha hecho perniciosa y atenta su viabilidad, genera permanentes conflictos en los claustros universitarios, promoviendo un ambiente propicio para la politiquería y los intereses grupales y personales, relegando al último plano la lucha por la calidad académica. Estos problemas de inestabilidad, desgobierno, informalidad, magra calidad académica y crisis ética y moral, son problemas comunes de todas las universidades públicas del país, propiciadas por un Estado que precisamente promueve su definitivo colapso. Por ello la respuesta a esta situación debe ser inteligente y concertada, debemos discutir nuestros problemas en un clima de confraternidad y respeto, dando muestras a propios y extraños que somos universitarios y que sabemos discrepar de manera alturada.

Nuestra universidad tiene que tener categoría de excelencia, de calidad de servicios educativos, de liderazgo en los asuntos vinculantes con el desarrollo social, económico y cultural de la sociedad. Este fue precisamente el paradigma de su reapertura y que la  distinguió en el contexto universitario latinoamericano, mereciendo el reconocimiento de las más destacadas universidades del continente. Por ello es necesario insistir en la necesidad de construir una nueva cultura académica, que apueste por la innovación y creación del conocimiento.

Actualmente, la universidad afronta el desafío de un cambio constante, pues vivimos en un mundo que difiere sustancialmente de aquella universidad del siglo XX; entonces, debemos proponer  un desarrollo universitario para el siglo XXI. El contexto actual  nos obliga a conformar una Comisión de Reforma Universitaria,  para elaborar un documento de gestión universitaria que establezca los lineamientos estratégicos en el marco de una política de gobierno y de prospectiva estratégica para retomar e impulsar el verdadero rumbo de la vida universitaria cristobalina.


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