martes, 12 de junio de 2012

LOS ZAPATOS DEL LÍDER



Necías E. Taquiri Y.
Los zapatos del líder” es una frase inglesa que se aplica cuando una persona muere y deja unos zapatos que difícilmente otra persona podría calzar. Lo traemos a colación, a propósito del uso mediático que se está dando a la muerte de Rigoberto García Ortega, ex presidente del Frente de Defensa del Pueblo, varias veces candidato a la Alcaldía provincial de Huamanga, y ‘líder y fundador del FRA”.
Al calificado también –mediática y sospechosamente- ‘líder histórico’, cuando en vida algunos no lo consideraban como tal, buscan reemplazarlo o llenar el vacío dejado en el Frente Regional, con aquel que intente calzar los zapatos del líder.
Rigoberto fue, sin duda, casi el único vocero del FRA en el accionar político regional, incluso después de concluidas las elecciones -que le fueron adversas-  antes de su lamentable deceso: llamaba por teléfono a los medios, concurría a los debates programados para enfocar temas de actualidad, emitía y sostenía comunicados del FRA, ‘peleaba’ con los sectores oficiosos y, en fin, la figura pública y conocida de ese movimiento de triple origen político (Inti, Kallpa, Inkari).
Hoy nos sorprendemos con que existen otros miembros, unos jóvenes y algunos ya maduros, que salieron a sostener que el FRA no se disolverá, que continuará y se fortalecerá, por ejemplo tras un congreso partidario a realizarse pronto, para designar a sus nuevos miembros directivos, de cara a las próximas elecciones, porque ese es un objetivo nunca negado por este movimiento regional.
Qué bueno por eso y qué bueno porque el largo empeño mostrado por García Ortega no caiga en saco roto. Pero, tendrá que hacerlo de cara a la realidad y a las necesidades del tiempo: contra el caudillismo criollo que ha matado cualquier atisbo de socialismo en Ayacucho y el país, cada vez que las fuerzas progresistas, de izquierda o de avanzada hicieron cuerpo y desearon alcanzar los grandes objetivos regionales y nacionales.
En ese camino –lo comentamos con Rigoberto, muchas veces, y con varios de sus asesores, algunos de los cuales están ‘de vuelta en casa’-, el FRA tendrá que transformarse cualitativamente o aceptar su metamorfosis para dejar de ser Frente (nada más) y convertirse en Partido. Una transformación por cierto difícil pero necesaria para actuar -purificada y legítimamente- en torno a un programa político que trascienda elecciones municipales, regionales o nacionales, meramente, como también soñara García Ortega.
El alcance de una quimera requiere de ese tipo de transformaciones y, ahora mismo por la necesidad de contar con hombres que como las cumbres, las montañas, las llanuras y aun las honduras, requieren para hacer un paisaje.
La presencia carismática de García Ortega, se hará extrañar para que el FRA se recupere orgánicamente, para que no ocurra con el FRA, lo que ocurrió en otros lares y en otras dimensiones, con otros movimientos abiertamente izquierdistas, probadamente progresistas, científicamente necesarios.
La tempranera partida de Rigoberto García sembró dudas sobre la persistencia de uno de los movimientos más consecuentes con sus promesas de luchar por las reivindicaciones de Ayacucho. Dudas, casi tanto como las que envuelven actualmente al FREDEPA, que Rigoberto ayudó a reconstituir, bajo la atenta mirada y vara conductora de Máximo Cárdenas Sulca, cuando por ejemplo se permite que surjan ‘nuevos frentes’, en los hechos, o ‘nuevos comités’, ‘nuevas coordinadoras’ –que a la postre dividen o hacen preocupantes paralelismos-, sea para afrontar a la corrupción, luchar contra el incremento del costo de agua potable, querer revocar a algún alcalde o cuando hay que elaborar  plataformas comunes de lucha que, por natura, le corresponde al FRENTE dirigirla, aglutinar, representar, proteger.
De modo que, ahora que las cosas se han calmado, y en ese estado emocional pueden evaluarse situaciones, descartar el electorerismo puro, rescatar el norte para las causas regionales, proponer nuevos nombres con nuevos hombres y nuevas estrategias. Hay que saludar el entusiasmo de los que quieren calzar el zapato del líder. Así se garantiza el pensamiento primigenio, el sueño matriz, la vocación inicial.

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