domingo, 9 de agosto de 2009

Huamanga: La ciudad de los 33 alcaldes

Alex Chirre nos remite el siguiente artículo:

HUAMANGA: LA CIUDAD DE LOS 33 ALCALDES
LAS “OFICINAS DE ENLACE” Y EL MODO SEGURO DE OLVIDARSE DE SU PUEBLO

Cualquier cosa mala que se diga de los políticos no sorprende a nadie. Mas todavía, lo que se diga de ellos solo confirma la creencia nacional que los políticos son un puñado de sinvergüenzas, farsantes e impostores que se aprovechan de la buena fe que el pueblo depositó en ellos.

Debemos reconocer que toda generalización es un error. Por ello queremos separar la paja del trigo y precisar que es probable que el 5% de políticos sean todavía una especie rara y en extinción, que honran la política y efectivamente son verdaderos líderes de sus pueblos, cumplen las promesas electorales que hicieron y además se dedican a trabajar al servicio de su municipio.

Pero ahora vamos a hablar del grupo de políticos farsantes e impostores, de aquellos que entusiasmaron a su gente y pueblo, haciéndoles creer que estaban al servicio de ellos. Que deseaban el poder para trabajar en beneficio de los más pobres y necesitados, que querían ser alcaldes para promover el desarrollo y progreso de su comuna. Se describieron así mismo como el más pobre de los pobres, el más humilde de los humildes, conocedores de los problemas, experimentados en la necesidad y sabedores de todos los sufrimientos del pueblo desposeído. Esas promesas fueron el trampolín que los elevó a la categoría de Alcaldes.

Pero han pasado apenas dos años y medio desde que fueron elegidos. Las ánforas electorales fueron una suerte de varita mágica que convirtieron a estas Cenicientas en unos verdaderos Príncipes. Como en los cuentos de hadas estos ciudadanos se convirtieron en alcaldes. De administrar nada, les llegó un pueblo. De no tener dinero ahora les depositaban mensualmente el FONCOMUN. De no mandar a un gato, ahora tenían un ejército de trabajadores a su servicio. De vender apenas naderías ahora ofertan contratos de obras al mejor postor. De no ser invitados ni a funerales, ahora los invitan a reuniones por doquier. Pero algo cambió también de su carácter, en su personalidad. Más que un cuento de hadas, parece que estuviéramos en el libro “La Odisea” de Homero, donde la bruja Circe convirtió a estos hombres en cerdos.

Estos alcaldes sinvergüenzas, por que algún nombre hay que darles, ahora están pisando huevos, caminando por las nubes y se encuentran subidos en un pedestal tan alto que creen que solo deben alternar con otros seres azules y alados como ellos. Han llegado al extremo de abandonar sus propios pueblos, de dejar atrás a sus electores, de olvidarse de sus compoblanos que juraron servir, de borrar de su memoria la chacra, la necesidad y la pobreza que juraron combatir. Aunque parezca una noticia de Ripley, lo cierto es que se han trasladado a la ciudad de Huamanga y gobiernan sus distritos desde aquí. Gobiernan a control remoto. Dejan apenas a un par de trabajadores para registrar nacimientos y muertes en sus municipalidades de origen y se han venido a Huamanga con sus carros, computadoras, trabajadores foráneos, aparatos administrativos, oficinas completas y acervos documentarios a granel.

Huamanga es ahora la ciudad de los 33 alcaldes. La ciudad que acoge y estimula a que más alcaldes sigan viniendo, desde aquí se gobierna más rico. Desde aquí se hace todo. ¿Para que vivir en esos distritos olvidados, miserables, corroídos por la pobreza y la necesidad? ¿Para que quedarse a trabajar en esos distritos distantes y lejanos donde uno tiene que verle todos los días la cara a los vecinos que se quejan, traen problemas y encima reclaman y hacen recordar promesas olvidadas? ¿Para qué radicar en esos pueblos de abandono donde no hay una buena discoteca, una buena cantina, donde falta el agua potable, la energía eléctrica o unos buenos fines de semana? ¿Para qué quedarse en esas villas miseria, tan pequeñas y con gente harto conocida, donde se negocian mal los contratos, donde se conversa con miedo las licitaciones y ojos vigilantes y escurridizos podrían descubrir los faenones de cada fin de semana?

En cambio Huamanga es una ciudad cosmopolita y todo está al alcance de la mano. Aquí hay luz, internet, agua potable, buenas casas, notables cantinas, discotecas de leyenda, todas las entidades del estado se encuentran concentradas en el lugar, además los contratistas están por doquier y cualquier faenón se hace con discreción y buena voluntad. Aquí hay restaurantes donde el apetito, el dinero, la imaginación y la buena voluntad de los contratistas hacen ceder cualquier entrampamiento en las licitaciones y contratos. Aquí están los Bancos al instante, donde cualquier desacuerdo económico se remedia con presteza. Huamanga no será el Paraíso, pero es mucho mejor que esos pueblos remotos y olvidados por el cual fueron elegidos como Alcaldes.

Hasta aquí no llega el polvo de los caminos mal conservados, las tinieblas de sus noches y las dificultades de sus necesidades básicas. Aquí no se siente las necesidades que agobian al pueblo, se gobierna sin presión y sin críticas. Aquí no se extrañan las rancias comidas que acompañan la pobreza del pueblo, esas noches solitarias y silenciosas que delatan que no existen discotecas o bares para elegir, hasta aquí tampoco acompañan esa mirada triste y melancólica de las mujeres campesinas que uno se niega a mirar. ¿Por qué mejor no nos olvidamos que existe la necesidad, la pobreza y pueblos de desgracia muy cerca de Huamanga y nos venimos todos a vivir aquí? ¿Para que sentir la necesidad y el frio de la indiferencia de las sierras y las altiplanicies de la región Ayacucho?

Cuando esos alcaldes sinvergüenzas vuelven a sus pueblos, todavía se molestan si algún compoblano le pregunta ¿por que se han ido a gobernar desde Huamanga? Estos Alcaldes contestan que ahora todo está computarizado y nada se puede hacer en el pueblo. Hablan del Sistema Nacional de Inversión Pública, del Sistema Integrado de Administración Financiera, de las unidades Formuladoras, de los compromisos y devengados y otros asuntos que suenan en los oídos de los campesinos como los misterios de la santísima trinidad. Dicen que como alcaldes pierden el tiempo permaneciendo en sus pueblos y ellos deben estar en Huamanga o Lima haciendo gestiones y obras. Dicen que si no hacen eso no hay plata y todos se mueren de hambre. Dicen que si no hacen eso el pueblo seguirá en el olvido y abandono. Si esa es la lógica, nos equivocamos también de permanecer en Huamanga, mejor nos vamos todos a Lima y se solucionan nuestros problemas.

La verdadera razón de estos alcaldes sinvergüenzas es que no entienden el tema de descentralización, ni la palabra ni su significado profundo. No quieren entender que si hubieran permanecido en sus pueblos, las mismas carencias diarias les indicarían el camino a seguir y harían las obras que necesitan para que cada pueblo se integre a la modernidad y supere sus carencias. Estos alcaldes sólo volverán para las elecciones a mentir, a seguir engañando, a terminar la maestría de sinvergüenzas que están llevando.

Sería bueno que las autoridades del Poder Judicial y el Jurado Nacional de Elecciones tomen cartas en el asunto, para que devuelvan los gobiernos al pueblo donde deben estar y fueron elegidos y desaparezca de Huamanga esta peste llamada Oficinas de Enlace que en realidad es el nombre con el cual se encubre a las Municipalidades de muchos distritos y provincias del interior de la región.

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