SI UN ASUNTO GENERA DEBATE , ENTONCES ES BUENO. ABIERTO EL DEBATE .......
ADJUNTAMOS COMUNICACION DE CARLOS CONDORI. SOBRE EL MOLLE , Y COMO BIEN LO DICE , "AL MENOS ENTRE NOSOTROS, NO ES UN TEMA NUEVO". AHORA , PASA QUE MAS ALLA DE LAS CONSIDERACIONES QUE TENGAMOS , TAL VEZ AMBOS NOS ACORDEMOS DEL MOLLE SOLO EN CARNAVALES.
Estimado Coco:
El tema de la defensa del molle, como siempre lo he dicho, es casi una hipocresía, de tan sólo los carnavales, que no significa, en el mejor de los casos sino la doceava parte del año. Si alguien realiza un cálculo de la cantidad de molles que se talan en tal mes por la fuerza de la costumbre, como se dice, no será (exagerando) más de cinco mil árboles. La gran pregunta es, cuánto se talan y con qué defensa, todos los meses del año para destinarlo por ejemplo a los grandes hornos de producción de ladrillos?.
Por otro lado, el problema no es talar árboles, el problema es cómo se repone, en un proceso que mantenga el equilibrio ecológico. Porque muchos verán, que lo más viejo que tenemos entre árboles en la ciudad es precisamente el molle, porque no lo hemos renovado. No es costumbre nuestro planificar el desarrollo ecológico, que signifique conservación y renovación, en un proceso constante, de nuestros árboles.
Los cortamontes, más allá de cualquier deseo personal, es una práctica que no siendo propia, ha ido creciendo a lo largo de todo el país y también Ayacucho. Uno no puede imaginar inclusive, como en la puna, prácticamente sin árboles, se lleva el árbol para plantarlo y cortarlo. A una racionalidad lógica todo parece absurdo, más aún cuando se tiene que cortar árboles en lugar de reponerlos.
Pero eso que parece ilógico y absurdo genera cohesiones sociales, sino no se mantendría y menos crecería a otros ámbitos poblacionales. En el Ayacucho tradicional por ejemplo está asociado a las festividades patronales que se cumplen de manera anual. Y entonces, lo encontraremos desde Soquiacato, Huancasolar, Mollecruz, Maravillas, Conchopata y así todos los barrios tradicionales. Esta asociado, como en todo el año, a generar aportes de reciprocidad para el cargo mayor en honor al santo patrón del barrio.
Por cierto, sino vemos la profundidad de las cosas, sólo vemos personas que talan y vuelven a cortar arboles, dando vueltas a su alrededor. Hay muchísimo detrás de esta aparente ilógica.
Es más, es probable que el viejo árbol de molle que nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida y la de nuestros abuelos, se encuentre esperando la fiesta de carnavales, para morir parado en medio de la algarrabía general, la fuerza, la cohesión y la solidaridad de la gente que lo ha visto crecer y desarrollarse en la vida.
En consecuencia, el asunto no es talar, sino como a la fuerza de esta costumbre se reponen y se incrementan los árboles y, de manera particular, los molles. La cultura no tiene que ser únicamente una práctica que a los ojos racionales parecieran absurdos y destructores, sino como a su fuerza (al menos en los carnavales y los cortamontes), sirvan para incrementar los árboles en un proceso sostenido y con participación de la propia gente. Y entonces, como en la sugerencia que haces desde el año pasado, ya no hablamos de corta montes, sino de planta montes en una práctica que transformaría esta costumbre más que en el deterioro del ambiente, en su decidida y decisiva contribución.
En el mundo andino, como en gran parte de las prácticas culturales del mundo, se acostumbran realizar los "Chaccus", que es un momento, un tiempo, en que se tiene pulir todo, repararlo, renovarlo, hasta el siguiente periodo. Así se hacen con las vicuñas, así se hace el 1 de agosto con los árboles que se podan para dinamizar su desarrollo, así se hacen con la herranza de los animales, que fomenta su desarrollo, pero también se eliminan a quienes cumplieron su ciclo o no contribuyen con el crecimiento esperado y satisfactorio.
El asunto en consecuencia, no es la negación por la negación; si se respeta la cultura (que nunca será puro , que irá afirmándose, renovándose, enriqueciéndose en el tiempo) y la ecología, tenemos el reto de hacerlo coherente para un resultado satisfactorio para todos nosotros. No hay porque resucitar espíritus de extirpadores de idolatrías como cuando con el ex alcalde García Zárate, con motosierra en la mano perseguía a los árboles plantados, para verlos nuevamente en media o una hora, verlos nuevamente repuestos.
Estimado Coco, este (al menos entre nosotros) no es un tema nuevo, pero necesitamos masificar su reflexión. No es justo, sobre todo para el molle, defenderlo sólo en los carnavales cuando a lo largo de todo año, no se levantan voces para su defensa, menos para incremento masivo. En cuanto a Severino, es un largo debate que sostenemos hace casi 20 años.
Muchos saludos
Carlos Condori
El tema de la defensa del molle, como siempre lo he dicho, es casi una hipocresía, de tan sólo los carnavales, que no significa, en el mejor de los casos sino la doceava parte del año. Si alguien realiza un cálculo de la cantidad de molles que se talan en tal mes por la fuerza de la costumbre, como se dice, no será (exagerando) más de cinco mil árboles. La gran pregunta es, cuánto se talan y con qué defensa, todos los meses del año para destinarlo por ejemplo a los grandes hornos de producción de ladrillos?.
Por otro lado, el problema no es talar árboles, el problema es cómo se repone, en un proceso que mantenga el equilibrio ecológico. Porque muchos verán, que lo más viejo que tenemos entre árboles en la ciudad es precisamente el molle, porque no lo hemos renovado. No es costumbre nuestro planificar el desarrollo ecológico, que signifique conservación y renovación, en un proceso constante, de nuestros árboles.
Los cortamontes, más allá de cualquier deseo personal, es una práctica que no siendo propia, ha ido creciendo a lo largo de todo el país y también Ayacucho. Uno no puede imaginar inclusive, como en la puna, prácticamente sin árboles, se lleva el árbol para plantarlo y cortarlo. A una racionalidad lógica todo parece absurdo, más aún cuando se tiene que cortar árboles en lugar de reponerlos.
Pero eso que parece ilógico y absurdo genera cohesiones sociales, sino no se mantendría y menos crecería a otros ámbitos poblacionales. En el Ayacucho tradicional por ejemplo está asociado a las festividades patronales que se cumplen de manera anual. Y entonces, lo encontraremos desde Soquiacato, Huancasolar, Mollecruz, Maravillas, Conchopata y así todos los barrios tradicionales. Esta asociado, como en todo el año, a generar aportes de reciprocidad para el cargo mayor en honor al santo patrón del barrio.
Por cierto, sino vemos la profundidad de las cosas, sólo vemos personas que talan y vuelven a cortar arboles, dando vueltas a su alrededor. Hay muchísimo detrás de esta aparente ilógica.
Es más, es probable que el viejo árbol de molle que nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida y la de nuestros abuelos, se encuentre esperando la fiesta de carnavales, para morir parado en medio de la algarrabía general, la fuerza, la cohesión y la solidaridad de la gente que lo ha visto crecer y desarrollarse en la vida.
En consecuencia, el asunto no es talar, sino como a la fuerza de esta costumbre se reponen y se incrementan los árboles y, de manera particular, los molles. La cultura no tiene que ser únicamente una práctica que a los ojos racionales parecieran absurdos y destructores, sino como a su fuerza (al menos en los carnavales y los cortamontes), sirvan para incrementar los árboles en un proceso sostenido y con participación de la propia gente. Y entonces, como en la sugerencia que haces desde el año pasado, ya no hablamos de corta montes, sino de planta montes en una práctica que transformaría esta costumbre más que en el deterioro del ambiente, en su decidida y decisiva contribución.
En el mundo andino, como en gran parte de las prácticas culturales del mundo, se acostumbran realizar los "Chaccus", que es un momento, un tiempo, en que se tiene pulir todo, repararlo, renovarlo, hasta el siguiente periodo. Así se hacen con las vicuñas, así se hace el 1 de agosto con los árboles que se podan para dinamizar su desarrollo, así se hacen con la herranza de los animales, que fomenta su desarrollo, pero también se eliminan a quienes cumplieron su ciclo o no contribuyen con el crecimiento esperado y satisfactorio.
El asunto en consecuencia, no es la negación por la negación; si se respeta la cultura (que nunca será puro , que irá afirmándose, renovándose, enriqueciéndose en el tiempo) y la ecología, tenemos el reto de hacerlo coherente para un resultado satisfactorio para todos nosotros. No hay porque resucitar espíritus de extirpadores de idolatrías como cuando con el ex alcalde García Zárate, con motosierra en la mano perseguía a los árboles plantados, para verlos nuevamente en media o una hora, verlos nuevamente repuestos.
Estimado Coco, este (al menos entre nosotros) no es un tema nuevo, pero necesitamos masificar su reflexión. No es justo, sobre todo para el molle, defenderlo sólo en los carnavales cuando a lo largo de todo año, no se levantan voces para su defensa, menos para incremento masivo. En cuanto a Severino, es un largo debate que sostenemos hace casi 20 años.
Muchos saludos
Carlos Condori
1 comentario:
"El cortamonte o yunsa", son costumbres de tala de árboles impuestos por lo invasores españoles durante la realización de carnavales. De hecho como comentan otros amigos, no es que se propone cortar la idolatría. Mas bien de reflexión, de valorar en el caso del molle como una especie nativa peruana, con infinidad de bondades, como sus usos para reforestar, dado que tolera la sequía, sus frutos son útiles como condimento, para prepara "la chicha de molle" , también esta tecnología se vaperdiendo. Lo antagónico es, que no valoramos nuestras árboles. El molle fue llevadas a México, ahí se le conoce como "pirul", se han adaptado muy bien y crecen muy imponente, a lo a lo largo de la avenida De La Reforma, en el D.F,y a lo largo de la carretera, Texcoco-ciudad de México. por lo tanto. hay que incentivar reforestar a lo largo de nuestros andes, y se puede utilizar en forma sostenible.
Enoc Jara
UNMSM
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