ANTONIO SULCA EFFIO NOS REMITE LA EDITORIAL DEL DIARIO "LA VOZ" , SUPONEMOS QUE ES DEL JUEVES 24 DE FEBRERO.
CRONICA Y BUEN GOBIENO
El molle
El molle
Hasta 1945 (fecha feliz (al iniciarse por esos meses los recuerdos) cuando trepados al Apu Akuchimay avistábamos Huamanga, sólo eran visibles algunas torres de las treinta tantas iglesias de esa aldeíta con poquitas casas de dos pisos, adornados con balcones ocultos en un bosque de molles que pintaba de verde la explanada.
Ahora, cuando suavemente deslizados en auto hasta el Mirador, ojos turistas pasean la vista por Huamanga no se explican por que los poetas y compositores persisten en llamarla “ ciudad de los Molles y Campanarios”.
Han barrido malamente los huertos y jardines de todas las casas, ya no hay pampas, corralones, patios de buena tierra, donde por obra de la naturaleza nacía, crecían, se multiplicaban los molles, sin necesidad de riego, , abono, poda, insecticida y nos regalaba madera para las casitas de adobe; y fruto para curar el cuerpo con su raíz, hojas; y el alma, con su "pimienta” que convertida en chicha dictaba poemas y canciones a los que tenían arte circulando en las venas o los convertía en “diablos azules” a los hombres que en el pecho ocultan una fábrica de odios y envidia.
Niños que jugábamos con ellos, jóvenes que en complicidad con su tronco cometían sus primeros e inconfesables pecados de amor, adultos que bajo sus extremidades superiores leían libros y periódicos que de cuando en cuando llegaban de Lima; les teníamos cariño como a un miembro más de la familia. Su oxígeno mantenía nuestra mente en paz y al corazón, dispuesto a la sinceridad en nuestras penas y alegrías.
El molle nos formaba más que la escuela en sociabilidad.
¿Cuándo empezó la mollefobia?
Cuando en Huamanga prendió con rabia el capitalismo, primero y la globalización con su liberalismo, después y las cosas nuestras como:
El quechua y el huayno
Los adobes y la teja
Las tunas y los molles
La coca, el puca y la chicha
Entre otras cosas , empezaron a apestarles a los huamanguinos alienados por las concepciones yanquis.
Y ese hermoso árbol al que en Venezuela llaman “árbol de pimienta o Pirú , que jamás, nunca hizo daño a nadie, con sus hojas permanentemente verdes, con una graciosa copa redondeada y elegante, cariñosas ramas y péndulas empezó a ser asesinada impunemente para que sus victimarios siembren selvas de ladrillo, fierros y cemento.
Nuestro molle que en toda Europa lo cultivan en parques y avenidas, en España mucho más, porque es muy resistente a las sequías y altas temperaturas ese médico al que nuestras abuelas acudían para curar afecciones bronquiales y no padecer los dolores de la artritis y el reumatismo sigue siendo diezmada en Huamanga la Ciudad sin molles y cientos de templos de todos los colores y credos.
Pero cuando más vilmente se les tortura y mata es en carnavales practicando una costumbre salvaje que no es nuestra: el corta monte en casi todas las esquinas, los lugares públicos sin que hayan autoridades con pantalones bien puestos, que sancionen a los que promueven y organizan esta nefasta costumbre (vista en Ayacucho, recién desde 1945, traída por comerciantes huancaínos a la feria carnavalera de la plataforma del Mercado Andrés Vivanco). Malaya la hora.
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