Gudelia Machaca Calle
El Programa “Habla el Pueblo”, que se emite por un canal en cable de la ciudad de Lima, acaba de mostrarnos un reportaje con el título ¿Prensa o Business?. Business es una palabra en inglés que significa comercio, negocio, trato, explotación. El reportaje trata de cómo cierta prensa, de manera descarada y abierta, hace lobby a la derecha económica de nuestro país. Para ello recurre a columnistas aparentemente independientes o líderes de opinión. Ejemplo en el reportaje es Cecilia Blume, seguro con muchos lauros académicos, quien es columnista del Diario El Comercio, Correo, El Tiempo y es permanente invitada de Rosa María Palacios, Jaime de Althaus, por decir algunos nombres de periodistas de la “Gran Prensa”.
El problema no es su condición de columnista ni ser asidua opinante en algunos medios periodísticos, sino el interés económico de la derecha que ella defiende bajo la careta de columnista o líder de opinión independiente. La citada señora es una alta ejecutiva, quien junto con la hermana del Ministro de Economía y Finanzas, Carolina Castilla Rubio dirigen y son socias de una Empresa CB Consult, que asesora a empresas como Graña y Montero, Yanacocha, entre otras empresas que contratan con el Estado Peruano. Con el aditivo que su socia Carolina Castilla, es accionista de la Empresa Yanacocha y fue alta ejecutiva de la misma Empresa, por lo que no sería nada gratuito que su hermano el Ministro de Economía y Finanzas sea el principal propulsor del proyecto minero Conga. Si la susodicha Cecilia Blume, escribiera sus columnas periodísticas en los medios de comunicación mencionados y se presentara en cuanto medio la soliciten su opinión, como asesora de la Empresa Yanacocha, Graña y Montero y otras empresas que contratan con el Estado, no habría ningún problema, porque sabríamos a ciencia cierta que su opinión responde a los intereses que ella representa, es decir de la derecha económica del país, pero hacerlo bajo el rótulo de una columnista independiente, es una estafa a la opinión pública.
Nadie está en contra de su libertad de opinión, lo que se exige es un mínimo de ética y sinceridad y que lo haga identificándose para quien trabaja, qué intereses económicos defiende por un sueldo, seguro que no es el mínimo vital. Sin embargo, en estos tiempos donde la ética, el conflicto de intereses, la independencia periodística se desvanece en la prensa, ésta se ha convertido en un negocio, comercio, medio de explotación. Si la prensa no está “vendida” a los gobernantes de turno por publicidad estatal, son los conflictos de intereses que están presentes en la prensa de estos tiempos. ¿Acaso la prensa que investiga no reveló que el Director General de Hidrocarburos Luis Zavaleta Vargas, hombre de confianza del Ministro y Viceministro de Energía y Minas, es el mayor exportador de oro de Madre de Dios gracias al acopio del precioso mineral, y todo indicaría, también, de los mineros informales, y en esa condición impulsó la formalización de la minería ilegal?
La situación no sólo se presenta en la prensa nacional, sino también entre nosotros, donde los conflictos de intereses están a la orden del día: asesores de gestiones anteriores, convertidos también en asesores internos o externos en la actual gestión tratando de “resolver” problemas y asuntos que generaron en su anterior función, o la figura dual de periodistas en sus medios, a la vez altos funcionarios de decisión en una gestión pública, o periodistas, supuestamente independientes, pero siguen respondiendo a pasados vínculos laborales, sin ningún deslinde categórico, y para redondear la figura, incluida encuestas, sin criterios lógicos, de sus amigos que los ubican en los primeros lugares de la audiencia; o, lo más común, publicidad estatal a cambio de autocensura y entrevistas amistosas a autoridades y funcionarios, sin la acuciosidad que debe caracterizar a todo periodista independiente y crítico.
La inteligencia del pueblo, felizmente, permite identificar y separar la paja del trigo y no se deja engatusar por los negociantes de la prensa; dura la expresión, pero si no somos contundentes corremos el riesgo de que nos confundan.
La libertad de información y de expresión, no sólo debemos reclamar como un derecho de los hombres de prensa, sino el derecho a informarse y formarse opinión por parte de la ciudadanía en base a una información veraz, seria, con apego a la verdad, ética y responsabilidad, más que responder a intereses comerciales o posiciones oficialistas, en contra del interés común, del bien común. Abrigamos la esperanza de que las generaciones venideras de periodistas no se infesten con las malas artes de muchos o algunos de sus predecesores.
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