miércoles, 11 de abril de 2012

AYACUCHO, DESTINO TURÍSTICO TEMPORAL



Necías E. Taquiri Y.

Demostrado está aquello que venimos sosteniendo desde que empezamos a hacer periodismo: Ayacucho es destino turístico durante Semana Santa y los Carnavales. Es decir, destino turístico solamente temporal. Por lo demás, si este año, durante la Semana Santa, precisamente, tuvimos la cantidad de turistas acaso más alta de los últimos diez años, es gracias a la campaña publicitaria realizada a nivel nacional, utilizando el apoyo de empresas privadas y las ondas de radioemisoras de alcance nacional y la misma televisión abierta de Lima que tiene llegada en todo el país. Eso es algo que no podemos negar, de cara a la realidad comprobada.

El problema está en que ese éxito (turísticamente hablando), sin embargo espanta a nuestros visitantes, por muchas y sobradamente explicadas razones. La gente cree –empezando por nosotros y terminando por los turistas- que después de estas dos fechas no somos ni “destino”, ni “atractivo” durante el resto de los meses, tanto que –de manera irresponsable- no divulgamos nada, no invitamos, no hacemos campaña, etc., como se hace con la Semana Santa, cuando durante los meses de ‘estiaje’ (utilicemos el término) es que necesitamos hacer conocer nuestros atractivos.
Por esa irresponsabilidad de autoridades, comunicadores, comerciantes y ayacuchanos en general, es que los conductores de hoteles, propietarios de restaurantes, los empresarios de transporte y hasta los vendedores de dulces de algodón, aguzan al máximo sus habilidades mercantilistas para sacar provecho de la demanda con precios de locura, como confirmando que pasada la Semana Santa y después de los carnavales, ‘patearán latas’ durante todo el año.
De acuerdo a los estudiosos del tema, hay dos descuidos que se repiten año tras año. El primero, consistente en la creencia de que no tenemos más atractivos que esas dos fechas, en realidad por desconocimiento, ya que nuestras provincias están plagadas de ruinas pre-hispánicas e hispánicas que, puestos en valor o comunicados oportunamente, podrían tenernos ocupados atendiendo a turistas de enero a diciembre; y segundo, que las mentes ilustres de nuestras instituciones que promovieron Semana Santa, se apagan de pronto y no se esfuerzan por difundir que en Ayacucho, en la pampa que lleva su nombre, se selló la Independencia de América; que en Pikimachay y Luricocha se desarrollaron las civilizaciones más antiguas del Perú; que en Vilcashuamán existen ruinas maravillosas, los bosques de Raymondi; que en Sacsamarca se halla el Pachapupun, que tenemos cien y uno lugares para el turismo vivencial, etc.
De acuerdo a cómo nos explicaba un estudioso de Ayacucho, nuestra región tiene igual o mayor número de atractivos turísticos que lamentablemente no se difunden. Entonces, los turistas, que además tienen una serie de conceptos acerca de los destinos turísticos, creen que después de estas dos fechas, Ayacucho es un desierto, y encima, un desierto con senderistas al acecho por doquier lugar. Hasta la declaratoria de emergencia en algunas de las provincias de Ayacucho, se presta para alimentar esa imagen negativa. Aparte, claro, de la inseguridad de sus carreteras por el sistemático y raros robos que se registran con relativa frecuencia.
En consecuencia, no es la Semana Santa y el Carnaval lo que hay que difundir, con sus spots, lanzamientos y demás recursos, sino los otros meses del año, con la finalidad de mantener activos todos los giros de negocios que ofrece nuestra región, y para evitar que cuatro papagayos, un chiwaku y siete akatanqay ‘asalten’ a los que nos visitan en estas fiestas. Mientras tanto, ese taxista que cobró 15 soles por una carrera dentro de la ciudad, o 200 soles de aquí a Huanta, el mototaxista que no bajó de 2 soles por unas cuantas cuadras de recorrido, el hotelero que se despachó con cientos de soles por una noche, y en fin hasta el picantero que se licenció por cobrar 20 soles por un plato, todos ellos juntos, o por separado, que se vayan al diablo, porque están untando el dogal que les aprieta el cuello del desarrollo y puede terminar por ahorcarlos.      

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