lunes, 23 de abril de 2012

¡ESTA ‘ENFERMEDAD’ SE CURA CON EL TIEMPO!




Necías E. Taquiri Y.

Estos chicos son adolescentes. Se embarullan en el Jr. Asamblea, patinan en 28 de Julio, rayan carros como quien jode nomás en el Jr. Bellido, rompen normas del fulbito, lloran como cojudos en el cuarto y no entienden por qué. Es la etapa de la insoportable tembladera: desubicados, ansiosos, confusos y paranoicos. Ya no son niños ni tampoco adultos. El sexo dejó de ser una incógnita pero tampoco es una plena realización. Todo parece más dramático de lo que realmente es: los desengaños frecuentes parecen irreversibles; el mundo está en tu contra, tus padres no te entienden, tus hermanos mayores te excluyen de sus círculos, tu aislamiento es terrible, porque no te dejan ingresar al mundo adulto.

La dulce relación maestra-alumno, dejó de ser; ahora lidias con once o doce dementes (maestros secundarios) que creen que su materia es la única y la más importante. Y, ese berenjenal de conocimientos, no coinciden con tus gustos ni tus predilecciones. Si tu sueño es lo artístico (Bellas Artes), lo filosófico (San Marcos), lo profesional (San Cristóbal con sus 28 carreras); pero, y ahí está el peor obstáculo: logaritmos, raíces cuadradas, teoremas, isobaras, corolas, pistilos, germinación de absurdos porotos, períodos paleozoicos, geometrías del espacio, olores flatulentos en gabinetes de química y entender que Arquímedes descubrió su principio por el buen hábito de sumergirse en una tina para el baño y Newton creó la ley de gravedad porque una manzana podrida le cayó en la cabeza interrumpiendo una siestita feliz. Ojo, sólo en la secundaria.

Después, ya en la Universidad, si el objetivo es la Ingeniería, la Medicina, el Derecho, Sistemas, Robótica: las matemáticas de alto, finísimo, superior o exclusive nivel. Aún así, en esas carreras, las universidades por acreditarse, te hacen tragar (porque no lo digieres, ya que no te gustan ni se saben sabrosas), las desventuras de Martín Fierro, las hazañas de El Cid Campeador, los ataques mazorqueros que hacen imposible el romance de la Amalia de José Mármol, que para esos desdichados más que mármol será plomo.

¡Todo se hunde, mejor no hubiera crecido!, piensa el adolescente, todo es una cruz, como dice el tango y sólo al madurar el ya crecido jovencito podrá darse cuenta de que la vida y la voluntad van ordenando las cosas y que en algún momento, pasada la tormenta de inseguridades y urgencias de todo tipo, encontrará el porqué de tantos pesares, y de tantos esfuerzos. Total, es para mi propio bien. Lo reconocerá cuando se compare con los que no han recibido ni contención, ni educación, ni instrucción por parte de familias destruidas por crisis, la marginalidad y la violencia interna. Cuando comprenda que para esos chicos, las escuelas fueron inalcanzables, discontinuas o insuficientes.

Nadie dice que un título sea todo en la vida, pero la pertenencia marca diferencias sustanciales. Y no se trata de pertenecer a ninguna elite de snobs, sino de sentirse integrado a un mundo que puede ser hostil y difícil, pero también es perfectible, y que lo pueden lograr, contigo adentro, si te esfuerzas. Las cosas han cambiado, es cierto, pero solo en la forma. Así tenemos que los adolescentes de hoy padecen la ansiedad de antes. La incomprensión de los viejos, igual; los granitos, igual; los arrebatos sexuales, tal vez más tempraneros pero arrebatos al fin; la fofa noción del amor y el eterno proyecto de ser lo más feliz posible. Los que pasamos esa edad podemos tranquilizarte con una verdad: la adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo, pero esa enfermedad es el período más importante de nuestras vidas. Las sociedades adultas no debería descuidar a sus adolescentes, hasta que superen la edad del pavo.



No hay comentarios: