lunes, 28 de noviembre de 2011

CARLOS MARX TENÍA RAZÓN


Necías E. Taquiri Y.



Parecerá irónico que en un planeta dominado por el modelo capitalista, con sus cumbres europeas, G-9, G-20, APEC y otras que toman denominaciones especiales, por el tipo de concurrentes o por los lugares en que se desarrollan, para consolidarse o para reacomodarse, se nos ocurra decir a nosotros, desde esta modesta columna que “el capitalismo se defiende” de un fantasma que lo acosa. Pero, es la realidad contundente la que nos demuestra que “el gigante” tambalea efectivamente, siente que su corazón late más rápido que habitualmente, que sus devaneos amenaza con derrumbarlo, que tiene cáncer, que va a morir, que está desahuciado, etc., aunque por aquí, un solitario y enfervorizado presidente estrellado, diga que es ‘una crisis de crecimiento’, que el modelo se fortalecerá y el mundo seguirá siendo el que ‘ellos’ han construido habiendo destruido, para ello, cualquier ilusión comunista.

Se cae el modelo y el marxismo siente que ‘le toca’, afirmamos; añadiendo que la historia le depara la dirección de los gobiernos nacionales o sus destinos, por el triunfo del colectivismo ante el individualismo. De los intereses nacionales por encima de los extranjeros, en cada país. Y que todo este cambio se dará en no más unas cuantas décadas, treinta o cuarenta años, antes que nuestros nietos se hagan adultos y vean con optimismo el bienestar de los suyos. Es decir, históricamente, casi nada, muy prontito, ¡ya!

¿En qué sustentamos este pronóstico? En hechos concretos como las recientemente conocidas, sentidas y auxiliadas crisis financieras (crisis global) por los mismísimos gobiernos neoliberales que anteriormente jamás habrían recurrido al bolsillo del estado para apoyar a los empresarios privados en quiebra. Pero también nos basamos en un hecho recientemente registrado en Frankfurt por Gustavo Adolfo Aguilar: ahí se desarrolló una feria de libros y después de haberse clausurado circuló un comunicado encabezado con la frase “Marx tenía razón”. ¿Por qué? Pues, una edición especial del libro El Capital del filósofo alemán, tuvo tal demanda intelectual que los últimos economistas y profesores de economía de las más importantes universidades de Europa, tuvieron que irse con las manos vacías, pero deseosos de adquirir un ejemplar.

Mencionar los libros de Marx y Engels hasta antes de la crisis global en esos lares, servía para ser satanizado como atrasado, desfasado, cavernícola –como ocurre en el mundillo de ciertas facultades de economía de nuestro país- por los epígonos del neoliberalismo. Después de la crisis financiera, la tortilla se volteó. Alan lo lee (aunque sea al revés, por sus interpretaciones), los gobernantes del mundo sacan entre líneas los mensajes que les pueden servir para convencer el continuismo, y Bush, el padre de este modelo o su mentor mendaz, utiliza nada menos que su propia estrategia para salvar el modelo.

Entonces, los analistas del mundo capitalista no se molestan porque este cambio se haya dado, confirmando ellos que no es una herejía, no es sectarismo o que es normal usar el marxismo en el capitalismo. La tesis de que el mercado se regula por sí mismo ha sido abandonada, la enseñanza de Milton Friedman sobre una economía basada en el libre mercado y la especulación se envilece y pierde vigencia (poco a poco y en perspectiva), y los grandes consorcios transnacionales que manejan el gran capital piden auxilio al estado, reviviendo la tesis del viejo Marx (planteada hace 150 años) de que “… el pauperismo (pobreza) es parte de la condición de la producción capitalista y del desarrollo capitalista de la riqueza… en la proporción que se produce la acumulación del capital, empeora la situación del trabajador” y “que la razón última de toda verdadera crisis reside siempre en la pobreza y en la limitación del consumo de las masas”.

Las condiciones terribles que sufrían los niños, las mujeres y los hombres que trabajaban en las fábricas, minas, tiendas y oficinas en el siglo XIX ha cambiado en la forma durante el siglo XXI, más no en el fondo. Las condiciones inhumanas en que trabajan los empleados, la persecución feroz por parte de los gobiernos cuyos súbditos explotan mano de obra barata y sin protección social son las mismas del siglo XIX. Los economistas del capitalismo decían que la clase obrera no se habían empobrecido y que Marx estaba equivocado. Pero resulta ser que todos los cónclaves internacionales, como el recientemente producido en Lima, tratan como tema fundamental la pobreza, que crece cada vez más y que se acelera con la crisis actual. Los despidos empezaron en EE. UU., y se dan por miles.

La tesis del marxismo no solo se mantiene vigente, sino explica en gran medida lo que hoy ocurre en el sistema capitalista. La naturaleza explotadora y depredadora del capitalismo persiste, la división de clases también, el capital se globaliza para garantizar la explotación del capitalismo financiero, se han mercantilizado todas las formas de producción material y espiritual (para eso sirven los TLC), todas las formas de relación humana se han enajenado por el consumismo ciego y desigual, y el crecimiento económico de países como el nuestro (por la actividad minera, principalmente) beneficia a la clase explotadora y empobrece a la mayoría.

Adolfo Sánchez Vásquez, filósofo, escritor y profesor mexicano nacido en España dice: “ciertamente, puede afirmarse sin exagerar, que ningún pensamiento filosófico, político y social ha influido tanto a lo largo de la historia de la humanidad como el marxismo en la conciencia y conducta de los hombres y de los pueblos”. Hay que leer sin prejuicios a Carlos Marx. Más aún, hay que estudiarlo, ya que según las noticias, sus antagonistas, los teóricos del neoliberalismo, lo están haciendo.

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