Semanas atrás, FINCA PERU lanzó la Campaña de recuperación del tradicional sombrero humanguino para dama. Para dar el ejemplo se han adquirido alrededor de 80 sombreros , los mismos que fueron lucidos por el personal femenino. "Más adelante , buscaremos un día en que todas vengamos a laborar vestidas de huamanguinas" comenta Clelia Gálvez . Otro paso será la coordinación necesaria que tendrá que hacerse con la DIRCETUR y el INC , pues a opinión nuestra son los directamente indicados a impulsar dicha campaña.
EL SOMBRERO HUAMANGUINO PARA DAMA
(+) Clelia Gálvez de Verbist
Una de las prendas de vestir más tradicionales de Ayacucho, utilizada por las mujeres que ganaron espacio a través del comercio, pero que no pertenecían a la “aristocracia local” integrada por las esposas e hijas de los hacendados y “mistis”, fue el sombrero de paja pintado de color blanco amarillo-verdoso, característica que le da el azufre mezclado con talco americano y goma.
Lo usaban las señoras del mercado, las que tenían negocios y podían darse el lujo de vestir con elegancia: zapatos negros o blancos de taco alto grueso, centro de lanilla fina con ribetes de pana, enagua blanca bordada y un fustán de franela. Una blusa chaqueta con sus adornos, una lliclla pequeña en la espalda y todo esto rematado con aretes elegantes de oro, prendedores y sortijas del mismo metal. Y cubriendo la cabeza, el tradicional sombrero Huamanguino de ala ancha, de paja traída desde guayaquil o Celendín, y armado en los talleres de Huamanga.
Esta prenda, que ha sido el símbolo de Huamanga se ha ido perdiendo ante el avance de modas y costumbres provenientes de otras ciudades. Y es así, que en la actualidad muy pocas personas lo usan – muchas de ellas obligadas por ordenanzas municipales como es el caso de las comerciantes de quesos y muyuchi. Lo mismo sucede con las vivanderas, obligadas a usarlo los domingos y en Semana Santa.
Sin embargo, esta disminución no ha afectado el uso del sombrero en las festividades religiosas y costumbristas, como los carnavales. Aunque es cierto reconocer, que por el precio y lo ocasional de su uso, se prefiere comprar sombreros parecidos pero que responden a otras realidades, como por ejemplo de Huancayo.
¿Cómo se elabora un sombrero tradicional ayacuchano?
Los artesanos Mariano Cajamarca Ochoa y Placido Arango Pumacahua, nos recibieron en sus talleres y este es su testimonio.
La elaboración del sombrero tradicional huamanguino comienza con la compra de las “campanas” que son los sombreros sin mayor forma que tejen los artesanos de Paita y Catacaos (Piura) y Celendín (Cajamarca). Son de paja toquilla y su calidad dependerá de la finura de la paja y del tejido, mucho antes incluso desde Guayaquil (Ecuador).
Ya en manos del artesano, este comienza a darle forma, primero a la copa, en un molde que depende de la medida que tiene la cabeza del interesado. Es decir, estos sombreros ayacuchanos se confeccionan a la medida del cliente. Para darle forma, se utiliza una plancha caliente. El alto de la copa depende de la estatura de las personas. Una señora de baja estatura y si el esposo es alto, lo que busca es elevarse unos centímetros con un sombrero de copa alta. Y al revés sucede con señoras altas y esposos de baja estatura y entonces la copa no es alta.
Con la copa ya definida, se procede a darle forma a las alas o falda del sombrero. El tamaño de las alas dependerá del gusto del cliente, aunque cuentan que tradicionalmente la falda del sombrero era ancha y poco a poco se ha ido reduciendo.
Tenemos dos testimonios que hemos recogido. Vilma Castro, manifiesta que “antes usaba el sombrero huamanguino con alas grandes, pero cada vez que se le caía tenía que mandarlo a reparar y eso era un gasto, por eso decidí cortarlo”.
Marcelina Huamán Palomino, refiere que “el sombrero de alas anchas no nos dejaba caminar en las veredas, ya que uno paraba chocando con las otras personas y por eso le pedí que la corten y la hagan más pequeña”.
Definido el ancho de la falda, se le da forma con una plancha caliente. El sombrero huamanguino se diferencia de los de otras regiones porque no tiene caída, es recto.
Con la forma de la copa y el ala, se coloca al interior del sombrero el tafalete, que es una cinta de cuero que lleva la marca del artesano que confecciona el sombrero. Generalmente es negro o marrón.
Para evitar que el tejido de paja se deteriore con el uso, el filo de las alas del sombrero es protegido con un ribete delgado y blanco. Antes era cocido a mano pero desde mediados del siglo pasado es máquina.
Con esto el sombrero está listo para el pintado. En un pequeño mortero se muele el azufre y convertido en polvo se mezcla con talco americano que le da el color y para que se impregne en la paja se agrega goma, y con ello se pinta el sombrero que debe secar dos días.
Seco el sombrero se da el acabado final, colocándose la cinta negra: Ya esta listo el sombrero huamanguino, hecho a la medida de los clientes
Una artesanía tradicional en riesgo de desaparecer
Un dato preocupante nos dieron los artesanos: durante la década de los 80, del conflicto armado interno, la venta de estos sombreros casi desapareció porque no habían “campanas” es decir los sombreros de paja traídos del norte. Los comerciantes que venían desde Cajamarca y Piura dejaron de venir por miedo y las pocas señoras que podían hacer arreglar sus sombreros se fueron a Lima.
Antes de los 80 habían varios artesanos que elaboraban estos sombreros huamanguinos y mucho antes, en Mituccasa, todos los comuneros se habían especializado en hacer sombreros de lana de alpaca, llama, oveja y vicuña.
Fue tal la caída en la demanda de sombreros, que el propio artesano Plácido Arango cuenta que dejo de trabajar en la elaboración de sombreros y se dedicó a otra actividad. Con la pacificación y la revalorización de algunas señoras en los mercados, nuevamente se está retomando el sombrero Huamanguino de paja para damas, pero no con la fuerza que ellos quisieran.
Es que en la actualidad sólo quedan en Huamanga dos artesanos que elaboran los sombreros de paja para damas, y sus descendientes no tienen interés en seguir la tradición artesanal de sus padres. Salvo una de las hijas de Plácido Arango. En el caso de Mariano Cajamarca, ninguno de sus hijos se interesa. Por ahora, sólo el y su esposa se dedican a la comercialización y reparación de los sombreros, y no saben que ocurrirá el día que ellos dejen de hacerlo, porque tampoco tienen un familiar o ayudante en el taller.
Esto nos llama a preocupación porque esta artesanía bien orientada y sustentada, podría ser además un incentivo para atraer turistas hacia Ayacucho que vienen a participar en festividades tradicionales.